La muestra, titulada ‘‘Una conversación con Theotocopoulos’ (el apellido del pintor conocido con el sobrenombre de El Greco) se inauguró el pasado viernes en el Centro Cultural Federico García Lorca , de Rivas Vaciamadrid. El autor, Raimundo de Pablos, revisita los lugares captados por el Greco con magistral intención de actualizarlos. De adaptarlos a este tiempo pero sin aderezos ni complementos desvirtuadores, más bien invitando a seleccionar el detalle, a focalizar la mirada sobre algunos fragmentos del conjunto. Desde la elegancia de la selección sugerida, y mediante la división de todo en planos alineados, Raimundo de Pablos contextualiza y resitúa obras más que conocidas del griego despertando el color y trabajando los matices de los fondos.
Y puesto que no sólo del paisaje vivió el Greco, este creador ha concebido un nuevo apostolado en una serie gráfica en la que el lápiz de color adquiere un protagonismo real que, por ello, oferta una visión que conjuga a la perfección lo ya pintado con lo nacido ahora. Y es que el homenaje es palpable y el respeto absoluto. Este pintor, vinculado durante muchos años al Grupo Tolmo y certero en sus apuestas plásticas, denota en este recorrido su conocimiento de la obra del Greco y su manejo de la técnica y del cromatismo.
En este sentido tan sólo citar que la labor realizada por De Pablos en esta propuesta es digna de reseñar, porque no es sencillo tomar como santo y seña una obra tan celebrada sin caer en el abismo caracterizado del ‘querer y no poder’. No olvida integrar, en esta suerte de paseo por lugares y perfiles conocidos por el autor de hoy y por el pintor de ayer -por haber transitado por las mismas calles y haber escuchado la mismas campanas-, un espacio reservado a sus paisajes, disciplina en la que Raimundo de Pablos es genial. Tanto que nunca pasan desapercibidos sus instantes conservados. Para la ocasión ofrece una senda vinculada al Tajo y a su pulso hacedor de vida, a veces, ensoñada.
El Baño de la Cava o el Barco Pasaje son algunos de los entornos capturados con su luminosa y fresca paleta. Los amarillos y los verdes afloran en un estallido que, en estas fechas, es tan esperado como merecido. Y lo hacen con el ritmo adecuado, con la naturalidad requerida volviendo a confirmarse, este creador, como uno de los más distinguidos y entrañables paisajistas -debería escribirse con mayúsculas- del lugar. Un paisaje, por supuesto, que huye de la mera representación para acomodarse en estadios más elevados.