Con el respaldo de EEUU, Israel está haciendo lo que le da la gana en Palestina, Líbano, Jordania, Siria… Las resoluciones de la ONU, las tímidas protestas de algunos países o la condena explícita de un par de ellos, a Netanyahu le da exactamente igual, lo único que le preocupa es la presión interna de los propios israelíes, y concretamente, la de los familiares de los rehenes en manos de Hamas y de los que se solidarizan con ellos. Los casi 50.000 muertos palestinos (más los que haya debajo de los escombros) en los quince meses que van de guerra, no le suponen un cargo de conciencia, es más, son tantos a los que no tiene que expulsar de Palestina.

Las protestas en las calles, declaraciones en medios de comunicación y la pérdida de popularidad galopante, hacen que ese primer ministro de Israel, genocida y más nazi que el propio Hitler, necesite una forma de contrarrestar el mal ambiente.

Y ha encontrado la solución; también el aliado perfecto. La solución es urdir una estrategia para recuperar los rehenes, así calmar a las familias y a todos aquellos que le critican. El aliado es el nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, tan loco, ególatra y sin escrúpulos como él. Con su amenaza de que ‘si no devolvían los rehenes, convertiría Oriente Medio en un infierno’, ya se está apuntando el tanto: Biden era un inútil y ha tenido que ser él quien viniera a solucionar el problema.

Pero ¿alguien se cree que con esta tregua ya se ha solucionado el problema? Pensar eso es de ingenuos: el gobierno sionista ya está planificando los asentamientos de nuevos colonos judíos en los territorios de Gaza que hasta ahora ocupaban los palestinos, hay empresas inmobiliarias que está vendiendo parcelas para urbanizaciones en las zonas de costa y otras… Si el acuerdo de paz pusiera fin a toda la masacre de los palestinos hasta hoy, esto sería contrario a la estrategia desarrollada por el ejército sionista y, por supuesto, a las pretensiones expansionistas del gobierno presidido por Netanyahu. El sionismo ya habla de recuperar ‘el Gran Israel y Judá’, que abarca mucho más allá de las fronteras de Palestina: se comería Líbano, Jordania, parte de Siria, de Irak y de Egipto.

El plan de paz comprende tres fases: la primera, liberación de rehenes por Hamás y un número importante de prisioneros por Israel; también se abrirán las fronteras para que entre ayuda humanitaria. En la segunda fase se continuará la liberación de rehenes y presos y se permitirá a los palestinos volver a las zonas que habitaban, hoy completamente destruidas. Y en la tercera fase, supuestamente se procederá a la reconstrucción de Gaza.

Todo esto, si no hay nuevos conflictos (reales o provocados), y siempre bajo la supervisión y autoridad del ejército israelí. El gobierno de Netanyahu no quiere ceder el control de Gaza a nadie (ni a Hamás, ni a la Autoridad Palestina), y tampoco está claro quién se hará cargo de todo lo destruido. Menos claro está aún, quién asumirá la responsabilidad del genocidio y pagará por ello.

Demasiado complicado para que sea cierto. Netanyahu lo único que está haciendo es ganar tiempo, sacudirse la presión interna y externa que está agobiándole y, con cualquier pretexto, continuar su plan expansionista y de exterminio de la población palestina, aunque tenga que inventarse otro ataque del estilo del de 7 de octubre del 23.

Además, si termina la guerra de exterminio contra los palestinos, Netanyahu tendría que enfrentarse primero con su propio gobierno, ya que el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, y el de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir se oponen radicalmente a ningún acuerdo, y sus partidos respectivos son quienes le sostienen en el poder.

Por otro lado, el primer ministro israelí, tiene varios juicios pendientes a los que tendría que enfrentarse si, una vez convocadas elecciones, las perdiera, ya que perdería también su inmunidad. Tampoco son problemas menores, las acusaciones de crímenes contra la humanidad, genocidio…, y las varias órdenes internacionales de ‘busca y captura’.

Probablemente, todo esto no va a pasar, Netanyahu no está dispuesto a parar su guerra imperialista y expansionista, por tanto, no convocará nuevas elecciones en Israel, seguirá siendo el Primer Ministro y gozará del respaldo incondicional de Trump y de EEUU, porque verdaderamente esta guerra es ‘al unísono’ de los dos, y el plan estratégico de hacerse con el control de gran parte de Oriente Medio también lo es. Sin olvidar que el objetivo último es el enfrentamiento directo con Irán, quien únicamente puede hacerles frente.

Netanyahu no devolverá su tierra a los palestinos, hará la ‘pantomima’ que sea necesaria hasta que recupere a los rehenes en manos de Hamás, después continuará con su plan, por desgracia y sin que nadie le rechiste…