La Casa de Andalucía en Rivas celebró en la noche del pasado sábado la acostumbrada cita mensual con el flamenco. En esta ocasión se presentaba Manuel Pajares, un joven valor del flamenco extremeño que llegó avalado por un buen ramillete de primeros y segundos premios en diversos concursos de los que proliferan en el panorama flamenco nacional.
Lo acompañó otro joven: el madrileño Pablo Vega, ya conocido por la afición de nuestra Casa. Pablo es un guitarrista finísimo, elegante, virtud que no entorpece, sino ayuda, al cante.
La prometedora reunión cumplió con creces sus objetivos. Manuel Pajares nos hizo ciertos guiños evocando al grande y mítico cantaor extremeño, Marqués de Porrinas, pero evidenció una personalidad propia, muy sobria, enriquecida por un buen conocimiento del flamenco y una selección de influencias.
Arrancó el concierto con una malagueña rematada con unos abandolaos, y continuó con una serie de cantiñas, en los que los jóvenes exhibieron un excelente compás. Vino a continuación una soleá magnífica, en la que ambos artistas mostraron que no es preciso pintar canas para ejecutar estos cantes de tanta enjundia, y se cerró la primera parte con un recorrido por distintos tipos de fandangos de Huelva.
La segunda parte empezó con una milonga. Siguieron los obligados tangos extremeños, bandera en buena medida de los flamencos extremeños que en este caso resultaron magistrales, y a renglón seguido templaron con una seguiriya más que aseada. El cierre fue una fiesta por bulerías y jaleos (otro palo genuinamente extremeño), un cierre tan vibrante que enfervorizó al público. El aplauso obligó a los artistas a ofrecer una propina por fandangos.
Gran noche de flamenco, en suma. Con jóvenes así, el buen flamenco tiene cuerda para rato.