No es mi intención despreciar el talento, faltaría más. Es un ingrediente imprescindible en cualquier arte. Pero si uno no se pone también el mono de trabajo, es probable que solo con el talento no llegue muy lejos.
El escritor suele perseguir que todas sus frases suenen hermosas, que las ideas sean originales y el lector quede con la boca abierta. Pero algo que debería aprender —antes incluso que todo eso— es a analizar sus textos con la cabeza fría. Son muchos los puntos en un relato que debemos tener en cuenta a la hora de escribir y revisar.
El inicio, por supuesto, es importante. Hay que presentar los personajes y el conflicto del modo más atractivo posible. En este punto es clave saber seleccionar qué información se va a mostrar y cuál se va a ocultar, y ofrecerla al lector de un modo natural que no resulte forzada.
El final es el último sabor que dejará el relato. Es esencial a la hora de escribirlo que sea coherente con el resto del texto, que el autor no se saque de la manga el gran truco para dejar al lector sobrecogido a costa de perder verosimilitud. En ese caso, es probable que más que sobrecogido se sienta engañado.
Algo que enriquecerá siempre la historia es la existencia de una trama paralela, que va más allá de la principal y que esconde una reflexión oculta, un mensaje más trascendental. Si la ficción se muestra como una metáfora de algo más profundo y en el texto se pueden encontrar escondidos indicios que ayuden a percibirlo, el relato habrá ganado en profundidad.
La revisión de lo escrito es también crucial antes de darlo por finalizado. Hay que dejarlo reposar un tiempo para después intentar analizar detalles, encontrar posibles errores, revisar el argumento, reflexionar sobre si el narrador o el tiempo verbal son los adecuados y muchas otras acciones que se deben llevar a cabo en el proceso de revisión.
Para cerrar este artículo, me gustaría compartir una expresión que intento aplicar siempre en mis textos: lo que no suma, resta.
El ego del escritor intenta impedir a veces que se borre lo ya escrito. Pero son muchas las ocasiones en las que, eliminando palabras o frases enteras, conseguimos hacer crecer nuestra historia. No es fácil para un escritor coger las
tijeras de podar y no tener piedad con su propio texto, pero hay que ser conscientes de que, en la mayoría de las veces, en literatura menos es más.
Algunos escritores se resisten a escuchar consejos, no creen necesario corregir errores y confían todo a su talento natural. Dejemos a un lado nuestro ego y seamos capaces de borrar o cambiar las cosas que no funcionan. Aceptemos las críticas y sigamos trabajando.
Sin ideas diferentes y atrevidas nuestros textos no serían los mismos. Pero sin ese trabajo de análisis y corrección, tampoco.
[…] En Línea Recta, sección de la revista Rivas Actual dedicada a artículos de opinión de los Escritores en Rivas. https://www.rivasactual.com/querido-ego-el-talento-hay-que-currarselo/ […]