«Quería destacar el caso de Aitana y de su ‘Padre Coraje’, y creo que lo he conseguido»

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Miguel Ángel Casado corrió ayer, sábado, la distancia entre Madrid y Aranjuez, ida y vuelta, en doce horas en las que «ha habido momentos en que he estado a punto de retirarme». No es que se fuese hasta Aranjuez realmente, porque los 100 kilómetros que corrió los hizo prácticamente en su totalidad por el parque Bellavista, y alguna pequeña porción del circuito por tramos urbanos. Pero el simil ayuda a visibilizar el enorme esfuerzo realizado por este médico que no pertenece a ningún club (aunque tiene amigos en los Diablillos) ni compite, pero que corre distancias largas por afición.

La razón de realizar ese sacrificio era dar visibilidad al caso de una niña, Aitana, que padece una de esas enfermedades llamadas raras, la de Angelman. En Rivas es conocida por el caso de otro niño, Unái, que ha sido varias veces dado a conocer en los medios locales. No tiene cura conocida hoy por hoy, pero en varios lugares, especialmente en EE.UU., se está investigando sobre ella. Mientras tanto, la vida de quienes padecen la enfermedad, y también la de aquellas personas que les cuidan, puede llegar a ser muy complicada.

«Siento una mezcla de orgullo y satisfacción, como diría nuestro rey emérito», dice Miguel Ángel entre risas. «Me siento feliz por haber conseguido este reto; por cómo ha respondido mi gente tanto apoyándome como aportando lo que han podido para la causa. Es maravilloso sentir que la gente que te rodea es así de generosa», añade.

Lo que esperaba obtener con este reto era «darle visibilidad a esa enfermedad y que la gente ayudase a ese ‘Padre Coraje’ que lucha contra viento y marea porque su hija tenga una vida mejor». Y continúa explicando: «Yo soy médico y estoy acostumbrado a sentir esa impotencia por no poder ayudar a curar ciertas enfermedades; hoy hemos puesto entre todos un granito de arena para que se siga investigando y ojalá algún día tanto Aitana como los niños que tienen ésta y otras enfermedades hasta el momento incurables, puedan tener una vida mejor». Es alentadora su mirada cuando concluye: «La vida con esperanza se convierte en algo que merece la pena y sin duda estos grupos de investigación nos la aportan».

En cuanto a la carrera en sí, dice que «Ha sido un reto durísimo. No sólo porque la distancia es algo bastante notable, también he tenido que superar en estos 100 km un desnivel de 3.400 metros. Es decir que he subido y bajado bastantes cuestas». «La preparación para esta prueba me ha supuesto muchos madrugones y muchos entrenamientos antes de hacer guardias de veinticuatro horas», explica.

«El momento más duro ha sido cuando llevaba 33 kilómetros. He comenzado a sufrir muchos calambres y dolores musculares, y si no llega a ser por los muchos ánimos que he recibido la retirada habría estado muy cerca». Afortunadamente lo superó: «Desde ahí hasta el final he pasado muchos momentos de auténtico e interminable sufrimiento, pero bueno, ya se acabó, se consiguió y ahora mismo todo eso es secundario». Y añade: «Los abrazos que he recibido en meta han compensado con creces todo el sufrimiento pasado».

Miguel Ángel pide a la gente que colabore económicamente para ayudar a sobrellevar la enfermedad de Aitana, a la espera de un final feliz para esas investigaciones que se están realizando. Y ofrece varias formas de realizar la aportación (se puede acceder a todas ellas a través de la web que sobre este caso se ha abierto):