Como cada 25 de noviembre, lejos de celebrar, denunciamos que en pleno 2021 todavía sea necesario reivindicar el Día Internacional contra la Violencia de Género para visibilizar la necesidad de erradicar la violencia que sufren las mujeres en todo el mundo por el hecho de nacer hembras humanas.
Y, por supuesto, como feministas que somos, no queremos dejar de recordar que los hombres que pagan por usar sexualmente el cuerpo de mujeres (e incluso niñas) que no les desean, están ejerciendo el máximo grado de violencia machista.
Hay quien aun hoy, en un alarde de demagogia, busca la equivalencia entre un comprador de cualquier producto o servicio y un putero. Nosotras, aquí, queremos argumentar por qué un putero no es un consumidor más, sino un delincuente que debería ser multado y penado por ley.
Los argumentos que a continuación apuntamos son solo algunos de los factores que distinguen esta actividad de cualquier otra que pueda producirse:
1. El sexo. Los puteros son, en un 99% de los casos, de sexo masculino y no les vale cualquier persona a la que someter. Quieren mujeres o niñas en el 99% de los casos (sexo femenino). Por el contrario, un/a consumidor cualquiera puede ser hombre o mujer y no le importa el sexo del vendedor/a.
2. Edad. Un hombre putero puede abarcar todos los rangos de edad pero sí le importa la edad de la mujer prostituida. Cuanto más jóvenes mejor y más cotizan. Sin embargo, a un consumidor le da igual si quien le vende es joven o no. Y su producto no cotiza más o menos en función de ese factor.
3. El estatus. Un vendedor y un comprador normales pueden tener un estatus económico y social similares, ya que la/el consumidor/a no necesita que el vendedor se encuentre en una situación de desarraigo, pobreza y vulnerabilidad extremas para que haga su labor, como sí ocurre con el putero y la mujer o niña prostituida.
4. La voluntad. Los puteros compran el acceso al cuerpo de una mujer o niña contra la voluntad de las mismas. De hecho, cuanto mayor daño se le pueda infligir y cuanto más se puede infringir la ley más cotizará la víctima en el “mercado”. Sobra decir que un consumidor no puede comprar contra la voluntad del vendedor.
5. Vinculación emocional. Los puteros no tienen ni pueden tener ningún tipo de vinculación emocional o familiar con la mujer prostituida. No puede ser su padre, su hermano o su hijo, a diferencia de lo que puede ocurrir con un consumidor de servicios. De hecho, es habitual que un vendedor de seguros, por ejemplo, tenga el apoyo de su familia para consumir sus productos. ¿Alguien se imagina esto en el caso de la prostitución?
6. Límites. Un consumidor tiene límites en su trato con el vendedor. Por ley, no tiene derecho a escupirle, pegarle, tirarle del pelo e incluso ahogarle, aunque así lo desee. No tiene derecho a tocar sin permiso del vendedor ninguna parte de su cuerpo. A menos, claro, que se quiera arriesgar a tener una denuncia. Por el contrario, un putero no tiene ningún límite. Puede hacer todo eso y más. Él decide el grado de exposición de la mujer, despojándola durante el tiempo que dure su “encuentro” de todo tipo de control sobre sí misma y sobre su propia salud física y mental. Y aun cuando la mujer tuviera algún margen de maniobra y pudiera frenarle, el putero sabe que siempre habrá otra mujer que no pueda decidir absolutamente nada. Y lo aprovechará.
7. Derechos del consumidor y violencia. Un consumidor puede pedir una hoja de reclamaciones, puede denunciar un negocio que no cumple con lo prometido. Un putero no, así que la única manera en que se puede asegurar de conseguir lo que quiere es a través de la coacción, la deuda o la violencia física ejercida hacia la mujer, incluso terminar con su vida. Y esta violencia puede ser, y es, ejercida por el proxeneta, por el putero o por ambos. El miedo forma parte del día a día de las mujeres y niñas prostituidas para que sean más sumisas y obedientes.
8. Disociación. Si a un vendedor normal su trabajo le afectara de forma significativa en el resto de su vida, si le creara un problema con su propio cuerpo, o le causara estrés postraumático, el trabajador tendría derecho a una baja laboral pagada e, incluso, podría solicitar un cambio de puesto para su protección. Sin embargo, en el caso de la mujer prostituida, su “actividad” consiste en recibir violencia y tiene implícitos todos esos efectos, por lo que su única salida es la disociación mente-cuerpo para poder soportarlo, acudiendo en gran medida al alcohol y las drogas duras para conseguirlo, de forma que su declive se acelera más y más.
9. Trata y coacción. No existe el tráfico de personas para ser vendedor de algo. Sin embargo, el 90% de las mujeres y niñas prostituidas son víctimas de trata. La razón es que no existe la vocación de prostituida. Ninguna mujer sueña desde niña con dedicarse a la prostitución, y solo lo hace mediante el chantaje, la coacción, la vulnerabilidad, los traumas o la pobreza extrema. Y en esas condiciones, la libre elección deja de ser libre.
10. Estigma. Un vendedor normal utiliza sus conocimientos y experiencia para poder buscar trabajo, aunque se trate de una actividad diferente a la ejercida, para promover su valor social y económico en el mercado laboral. Una prostituida no puede. El estigma, que debería recaer sobre el putero, se desvía hacia la mujer que, lejos de ser vista como la víctima que es, todavía hoy es considerada por la sociedad como un ser sin humanidad y sucio. Ni siquiera cuando la mujer cree que elige ser prostituida es, hoy en día, considerada un ser humano con todos los derechos básicos (como el derecho a no ser violada, por ejemplo).
11. Identidad. Cuando el horario laboral termina un vendedor deja de serlo, y tiene su propia identidad. Incluso el putero, una vez terminada su abuso hacia la mujer, deja de serlo. Pero la mujer prostituida es considerada una “puta” siempre. A cualquier hora del día.
Así pues, ¿alguien todavía puede pensar que un putero es un consumidor más? Y si un putero somete a las mujeres prostituidas a todos los tipos de violencia machista ¿por qué no existe la posibilidad de denunciarle y que pague por sus actos? ¿Por qué la prostitución no está incluida dentro del marco de la violencia de género? ¿Por qué se sigue disociando la trata de la prostitución?