A dos meses de la destitución de Pedro Castillo como Presidente de la República de Perú, las movilizaciones se extienden y aumentan en número. En Lima, la capital fundada por el conquistador español, Francisco Pizarro, y que ordenó la ejecución del inca Atahualpa a pesar de haber recibido el mayor rescate en oro y plata, hay movilizaciones todos los días. En el momento de escribir esta nota, se ha convocado a una huelga general indefinida.
Los y las manifestantes exigen la dimisión de Dina Boluarte como presidenta. Consideran que no sólo es una traidora (dijo que se iba si Pedro Castillo era destituido y no ha sido así) sino la responsable de las más de sesenta personas muertas y/o asesinadas por las Fuerzas Policiales (FFPP) y las Fuerzas Armadas (FFAA).
La mayoría de las y los manifestantes que han llegado a Lima proceden de la zona sur de Perú, especialmente de la región de Puno. No llegan a la capital de los sobornos, coimas o chanchullos de forma individual, sino por encargo y decisión de sus propias comunidades campesinas, aymaras, quechuas y amazónicas. Las propias comunidades facilitan el viaje con alimentos y apoyo económico, siguiendo sus pautas comunales de solidaridad y apoyo mutuo.
En Lima, desde hace más de veinte años, existe una amplia red de migrantes procedentes de las regiones del interior. Hoy, esos y esas residentes en Lima están prestando un gran apoyo a las y los manifestantes.
Por otro lado, la ‘pituquería’, esa casta compuesta por blanquitos y que viven en zonas residenciales de Lima y a quienes con desprecio se les llama ‘pitucos’, sigue de espaldas a esa lacerante realidad de las mil sangres. Un desprecio que viene desde los tiempos de la colonia. Una aberrante herencia de los conquistadores que siempre despreciaron a las comunidades indígenas, a sus ritos y creencias y quisieron imponer con la cruz en una mano y la espada en la otra el cristianismo. No lo consiguieron.
Hoy, todo ese odio acumulado de diversos gobiernos -que no han resuelto sus problemas, y que más bien recurren a la feroz represión- ha sido la espoleta.
Más de 500 años de injusticias, son muchas injusticias.
La historia nos ilustra el origen del robo, el saqueo y ese desmesurado interés en enriquecerse. Las huestes de Pizarro no llegaron a América para fomentar la buena vecindad sino para conseguir ser ricos con el menor esfuerzo.
A finales de septiembre de 1526, la soldadesca de Pizarro recaló en la isla del Gallo, situada al sur de Colombia. Los recios guerreros estaban extenuados y con la moral por los suelos. Y allí, Pizarro desenvainó su espada y trazó una línea en el suelo y dijo: “al norte se va a ser pobres. Al sur a ser ricos”. Y así pasaron la raya 13 endebles guerreros que pasaron a llamarse “los 13 de la fama” o “los 13 de la isla del Gallo”. El núcleo “duro” del expolio.
Desde un principio, los españoles buscaron alianzas y aliados para seguir con el expolio basado en la explotación de los minerales. El oro y la plata básicamente.
El actual Congreso, dominado por sectores de derecha y ultraderecha, está aliada a los intereses de las empresas extractivistas. Con una mano votan en favor de esas empresas y con la otra mano reciben las coimas.
Las grandes empresas extractivistas –como lo vienen haciendo desde tiempos de la colonia- sacan beneficios del orden del 82% mientras el país se queda con el resto que va casi en su totalidad a pagar las coimas de los irresponsables políticos de la administración central anclada en Lima.
Las empresas extractivistas –muchas de ellas de Canadá, China, Estados Unidos, España…- no pagan impuestos o pagan impuestos irrisorios. Envenenan los ríos y matan a los pueblos originarios. En los territorios donde extraen los minerales las poblaciones sólo ven hambre y miseria.
Hoy, esos pueblos, que han heredado injusticias y explotación, se han levantado y exigen construir un país inclusivo, en donde estén todos los pueblos originarios y las y los afroperuanos.
No sólo se movilizan por sus reivindicaciones sino para construir un nuevo Perú, con nuevos sujetos que están aflorando en las movilizaciones. No hay liderazgos, hay liderazgos colectivos. No hay interlocutores. Porque cuando habido interlocutores Lima les ha dado la espalda, los han ninguneado, les han engañado. Existe una Asamblea Nacional de los Pueblos (ANP) en donde se está generando las propuestas del nuevo Perú.
Las instituciones en Perú están totalmente deslegitimadas. La corrupción corroe a los miembros del Congreso, Poder Judicial, Fiscalía de la Nación y FFAA. El presidente del Congreso, señalado como responsable de la ejecución de campesinos en Accomarca, ha sido acusado por una embajadora de EEUU de mantener vínculos con el cartel de Tijuana.
La dictadura de Dina Boluarte (‘Dinamita Balearte’, para las manifestantes) habla de paz matando y de reconciliación amenazando. Dina Boluarte, que militó en la izquierdista Perú Libre, tiene el apoyo de la derecha unida, de los medios de comunicación a sueldo de la oligarquía, de los congresistas de derecha y ultraderecha, de las FFPP y FFAA. Pero, además, disfruta del apoyo del país del norte: Estados Unidos.
La única salida que tiene la actual presidenta es dimitir o seguir aumentando la represión, poniendo más muertos sobre la mesa. En las organizaciones populares, sociales, campesinas, indígenas y amazónicas crece la unidad y la organización.
Por otro lado, destacar que España es el principal suministrador de armas a Perú de la Unión Europea. Amnistía Internacional cifra en 184 millones de euros las autorizaciones de licencias de armas a Perú entre 2017 y junio de 2022 -últimos datos oficiales disponibles-, de los cuales cerca de 40 millones eran de material antidisturbios. En cuanto a las exportaciones realizadas en ese mismo periodo, Amnistía Internacional destaca las ventas de 4,7 millones en armas ligeras, munición por valor de 2,4 millones y cerca de 1 millón en material antidisturbios. Dina Boluarte está matando a gente del pueblo con armas vendidas por España.
Tenemos la tarea de aumentar la solidaridad y el apoyo a este pueblo, a estos pueblos que sufren injusticias desde tiempos de la colonia.