Vamos a hablar de Herrade de Landsberg o Herrade de Hohenburg; se la puede encontrar nombrada de las dos maneras, depende si le tiene en cuenta su lugar de nacimiento o del monasterio donde pasó la mayor parte de su vida. Es conocida, sobre todo, por ser la primera mujer que editó una enciclopedia en pleno siglo XII con el fin de educar a las jóvenes de su monasterio.
Herrade nació aproximadamente en 1130 en el castillo de Landsberg (región del Bajo Rhin). Pertenecía a una familia noble de Alsacia (actualmente Francia). Siendo muy joven, su familia la llevó a la abadía de Hohenburg (montes Vosgos, cerca de Estrasburgo) y allí tomó los hábitos. Desde el comienzo de la Edad Media una de las salidas para la mujer era ingresar a la vida religiosa y desarrollar su vida en un convento. En el caso de las hijas de reyes y nobles, si no se concertaba matrimonio para ellas, era frecuente que fundaran monasterios de los que terminaban siendo abadesas.
Hohenburg era una abadía próspera muy conocida por ser, entre otras cosas, un centro de cultura, debido, entre otras razones, al apoyo del emperador Federico I Barbarroja, quien la protegía y dotaba. También era un centro de reformas eclesiásticas.
La fundadora de la abadía fue Otilia de Alsacia (662-720) responsable de congregar a finales del siglo VII a 130 monjas de familias influyentes. Relinda, considerada la segunda fundadora de la abadía pues realizó reformas estructurales y espirituales .
Cuando ingresó Herrade, la abadesa de Hohenburg, llamado también Mont St. Odile, era la religiosa Relinda de Hohenburg. Se trataba de una monja de gran prestigio que había sido trasladada desde el monasterio de Bergen (Baviera). Herrade, que había ingresado siendo una adolescente, recibió allí la mejor educación a la que podía acceder una mujer: Teología, Patrística, lenguas clásicas, autores antiguos…Con los años, fue desempeñando, dentro de la comunidad, cargos cada vez más importantes; entre otros, educar y formar a sus compañeras. Cuando murió Relinda, Herrade fue elegida abadesa; era el año 1167 y tenía 37 años. Reelegida democráticamente por sus compañeras, desempeñó el cargo durante 28 años.
Hacia 1165, Herrade, junto a unas sesenta canonesas, empezó a escribir e ilustrar lo que se considera la primera enciclopedia escrita por una mujer; es un compendio de todas las ciencias estudiadas en su época, incluyendo la teología. Se trataba de una enciclopedia muy amplia destinada a las novicias y monjas jóvenes, para que crecieran en la fe y mejoraran en el amor, haciendo además un canto de alabanza a Cristo y a la Iglesia. El esfuerzo principal se enfocaba en las miniaturas para acentuar, con toda probabilidad, el carácter didáctico del Hortus, que era “una especie de libro de texto”.
El libro coordinado por la abadesa Herrade e inspirado, probablemente, por su antecesora Relinda es, metafóricamente, un tapiz de vivencias manuscritas y también la gran síntesis de la historia del monasterio desde que fuera fundado por la noble Otilia a finales del siglo VII. La obra, conocida como el Hortus Deliciarum (El jardín de las delicias), representa una batalla entre la Virtud y el Vicio.
El eje narrativo del Hortus es la historia de la salvación y se desarrolla por medio de una selección de textos de autores latinos, diversas glosas a los mismos y numerosas miniaturas. Entre las fuentes allí recogidas hay referencias a autores y temas grecolatinos, pasando por algunos escritos patrísticos, hasta llegar a los escritos de algunos magistri escolásticos de la época, como Pedro Lombardo. A parte de citar una gran variedad de fuentes, otra diferencia significativa de Herrada respecto a otras autoras medievales es la importancia menor que otorga a la inspiración divina en su proceso creativo y, asimismo, la atención que en su obra reciben, en cambio, la filosofía y las artes liberales.
El resultado fue una historia resumida de la humanidad, desde la creación del mundo, hasta la venida de Cristo. Con un objetivo espiritual e intelectual, eligió textos de grandes teólogos de su tiempo, la poesía que acompaña a los extractos de escritores de la antigüedad y de autores paganos confirma también el nivel cultural de Herrade y la originalidad de la obra; era, más que nada, un compendio del conocimiento del siglo XII.
Contenía poemas, música, e ilustraciones con magníficas miniaturas, las cuáles eran su parte más famosa y apreciada y que incluían dibujos de textos clásicos y árabes. Entre los poemas se hallaban algunos escritos por Herrade dirigidos a las monjas, la gran mayoría de los cuáles fueron adaptados a la música. Otra diferencia significativa, respecto a otras autoras medievales, es la importancia menor que otorga a la inspiración divina en su proceso creativo y, asimismo, la atención que en su obra reciben, en cambio, la filosofía y las artes liberales.
La abadesa Herrade. Sabía lo que quería para el Hortus y supo transmitir a las miniaturistas del taller la originalidad de su idea. Está ilustrado con imágenes muy ricas y valoradas artísticamente, que muestran una imaginación fértil y original. Son 336 ilustraciones y representaciones simbólicas de temas filosóficos, teológicos y de otros relacionados con la literatura, así como una serie de retratos de las religiosas de la abadía. Algunas son históricas y otras representan escenas relacionadas con la experiencia personal de Herrade.
Quizá consciente de que su obra era un esfuerzo coral, quiso recompensar el trabajo de las dibujantes y escribas y tuvo la genialidad de incluir un retrato minucioso e individual de las monjas del scriptorium de Hohenburg como colofón de esta obra que costó treinta años de trabajo. «Fotografiándolas» para la posteridad tal y como eran: cada una con su tocado diferente en la cabeza, mayores y jóvenes, altas y encorvadas, con nombre propio y singularidad intransferible.
Es la fotografía de un instante del siglo XII, aquel momento en el que, al terminar un trabajo muy extenso y minucioso, las sesenta monjas que fatigaron su mirada, sus manos y su intelecto en los folios del Hortus, se detienen y posan para nosotros. “Aquí estamos, nosotras fuimos quienes hicimos ese libro”, susurran. Y junto a ellas la propia Herrade que quizá, antes de convertirse en la maestra directora del Hortus comenzara su trabajo como miniaturista del taller.
La técnica de algunas ilustraciones fue muy apreciada en casi todos los ámbitos artísticos, ya que demuestra una imaginación muy extraña entre los artistas contemporáneos de Herrade. La poesía que acompaña a los extractos de escritores de la antigüedad y de autores paganos también contribuyó a la fama de Herrade. Las ilustraciones son de gran interés para la historia de la pintura, así como para el estudio de la vestimenta y costumbres de la época.
El libro transmite sinceridad en las emociones y en los textos. Las líneas poéticas son musicales y están adaptadas a su objetivo: servir a Dios. Herrade habla de una comunidad unida para servir a Dios y cantar alabanzas en su nombre
En el prefacio del Hortus Deliciarum escribió a sus monjas: «Yo misma, la abejita, compuse este libro titulado El jardín de las delicias, y extraje de la savia de las diversas flores de la Sagrada Escritura y de las obras filosóficas, inspirado por Dios, y lo construí con mi amor por ti, de una manera un panal lleno de miel para el honor y la gloria de Jesucristo y la Iglesia. Por eso te insto a que estudies este libro con frecuencia y busques el dulce fruto que contiene, para refrescar tu espíritu cansado con las gotas de su miel para que, alimentado por su dulzura espiritual, puedas afrontar sin peligro las cosas pasajeras de este mundo; por mí mismo, habiendo atravesado las peligrosas rutas de este mar tempestuoso, estaré protegido de todo afecto terrenal; y por tu intensa oración serás llevado al cielo, en el amor de tu amado Cristo! «
En aquel monasterio alemán se compuso el complicado y detallista tratado. El manuscrito se mantuvo en el convento hasta la época de la Revolución Francesa cuando pasó a ser parte de la biblioteca municipal de la ciudad de Estrasburgo donde se copiaron tanto el texto como las ilustraciones a lo largo del siglo XIX lo que nos permite tener una idea clara de su contenido a pesar de que el manuscrito original se perdió en el incendio de la biblioteca durante lo sitio de la ciudad en la guerra franco-prusiana en 1870.
Incluso sabiendo que no es el original, la genialidad rebosa en el tratado, que aparece repleto de miniaturas ricas y de tanta importancia como lo escrito. En el Hortus hay poemas, historia, escenas de la vida cotidiana en torno al convento de Hohenburg, hay valores, música y marionetas, también espiritualidad.
Herrade fue una abadesa muy competente y social. Puso orden en las finanzas, cuidado en la administración de las propiedades y regularidad y disciplina monástica a las monjas bajo su autoridad. Amplió y mejoró el monasterio, lo enfocó aún más hacia el estudio y el conocimiento, consolidó su papel principal sobre los terrenos que lo rodeaban, fundó una comunidad de canónigos, creó otra para monjas y fundó un hospital.
Murió en 1195, cuando tenía aproximadamente 65 años.