Pensaba empezar esta “minibiografía” con la frase: Corren tiempos de guerra, pero…me pregunto y os pregunto ¿Cuándo no han sido tiempos de guerra? la respuesta es: SIEMPRE han sido y son tiempos de guerra lo que sucede es que eran y son guerras más lejanas y/o que no incidían ni inciden, tan directa y negativamente, en nuestro “bienestar” económico.
“Es extraño lo ciega que está la gente. Se horrorizan ante las cámaras de tortura de la Edad Media, pero están orgullosos de tener sus arsenales llenos de armas”, (Bertha von Suttner)
Una vez dicho esto a modo de reflexión, voy a hacer la semblanza de la Mujer Singular con la que empezamos esta nueva etapa de Mujeres Singulares, en Plural.
La baronesa Bertha Felicie Sophie von Suttner nacida condesa Kinsky en 1843, en Praga, era la hija póstuma de un mariscal de campo y nieta de un capitán de caballería. Fue educada por su madre perteneciente a una sociedad aristocrática de tradiciones militares, sociedad a la que censuró y contra la que luchó la mayor parte de su vida. Bertha estudió diferentes idiomas y música (quiso ser, durante un tiempo, cantante de ópera) y, durante los primeros treinta años, vivió una vida social activa en la corte austriaca, viajando continuamente.
Cuando tenía treinta años y ante la disminución de la fortuna de su madre, decidió trabajar como profesora y acompañante de las cuatro hijas de la familia Suttner. Allí, conoció al hijo de la familia, Arthur, con quién estableció una relación que no fue aprobada por los padres del novio; al perder el empleo, Bertha se dirigió a París donde trabajó como secretaria de Alfred Nobel, por un corto período de tiempo, y con quien mantuvo un contacto permanente durante el resto de su vida.
Volvió a Viena para casarse con el barón Arthur Gundaccar von Suttner; en los comienzos y al continuar la desaprobación de la familia, tuvieron que irse al Cáucaso donde vivieron precariamente, ganándose la vida como profesores de lenguas y música. En ese período la baronesa escribió El inventario del alma donde introdujo ideas progresistas; entre ellas, el concepto de una sociedad que llegaría al progreso mediante la paz.
En 1885, la familia Suttner cedió, y la pareja regresó a Austria, donde Bertha escribió la mayor parte de su obra. Su vida como matrimonio estaba orientada casi exclusivamente a la literatura hasta que entraron en contacto con la Asociación Internacional de Arbitraje y Paz (una organización fundada en Londres en 1880), y con otras asociaciones cuyos objetivos eran el uso del arbitraje y la paz, en lugar del uso de la fuerza y los conflictos armados.
Este concepto era muy novedoso ya que durante generaciones, en Europa, la principal vía para solucionar los conflictos era la utilización de las armas. A partir de este momento, Bertha se convirtió en una ferviente militante del diálogo para la resolución de conflictos. “Esta cuestión de si es la violencia o la ley la que debe prevalecer entre los Estados es el problema más vital de nuestra era y el que tiene unas repercusiones más serias”
La baronesa como consecuencia de su militancia, añadió más material a su segundo libro Das Maschinenzeitalter (La era de las máquinas), publicado en 1889, en él, criticaba muchos aspectos de la sociedad de esos años, y fue uno de los primeros tratados donde plasmó su previsión de los resultados de un exagerado nacionalismo y carrera armamentista.
En 1889 escribió, tras muchas investigaciones, la novela: “¡Abajo las Armas!” que supuso una denuncia contundente del belicismo y que tuvo un amplio eco en la sociedad. En esta obra, la protagonista lucha por cambiar los roles de la mujer: es una mujer instruida, le gusta alternar con intelectuales aunque pertenezcan a otras clases sociales, no cree que sea imprescindible la protección de un marido, no le importa mantener económicamente a su esposo con tal de que abandone la carrera militar, en definitiva, deja a un lado lo que se espera de una perfecta esposa para invadir un campo reservado, hasta entonces, a los hombres.
Desde ese momento, la autora se convirtió en una lideresa activa del movimiento pacifista y antimilitarista, dedicando gran parte de su tiempo, energía y escritos a la causa de la paz: “Una de las verdades eternas”, afirmaba, es “que la felicidad se crea y se desarrolla en paz, y uno de los derechos eternos es el derecho de la persona a la vida. El instinto más fuerte” asevera, “es el de la conservación,…
Asistía a reuniones pacifistas y congresos internacionales, ayudando a establecer grupos pacifistas, reclutando miembros, dando conferencias y comunicándose con gente de distintos países para promover proyectos de paz. Su militancia le granjeó, también, el respeto de los principales gobernantes europeos, por lo que su influencia fue determinante en las diferentes conferencias internacionales a favor de la paz, interviniendo en todos los foros de la época. Fundó la Sociedad Austriaca para la Paz y el diario pacifista “Waffen Nieder” siendo una de sus redactoras; asimismo, ayudó a fundar la Oficina de la Paz de Berna.
En 1899 Impulsó la celebración de la Conferencia de Paz de la Haya siendo la única mujer que intervino en el encuentro que terminó con la creación del Tribunal Permanente para el Arbitraje Internacional, origen de la Corte Internacional de Justicia, el principal órgano judicial de Naciones Unidas.
En 1902, tras la muerte de su marido, siguió consagrada al movimiento pacifista, la lucha contra el antisemitismo y la defensa de los derechos de las mujeres, a las que veía como las portadoras de los valores –ella hablaba de su sentido común- que podían acabar con las guerras.
En 1905 Bertha von Suttner fue la primera mujer en obtener el Nobel de la Paz. Según las fuentes consultadas, fue ella quien propuso a Alfred Nobel que instaurara este premio y, estoy segura, que se revolvería en su tumba al ver la mayoría de los otorgados en los últimos tiempos…
Bertha von Suttner fue también una europeísta: en el Congreso de la Paz, celebrado en Londres en 1908, repitió hasta la saciedad que Europa es una y que la unificación del viejo continente era el mejor remedio para evitar las catástrofes mundiales que empezaban a intuirse.
Murió en 1914 víctima de un cáncer.