Últimamente, es raro el día en el que los telediarios no hablen de algoritmos e inteligencia artificial lo cual significa que hemos mirado nuestra televisión. También es raro, que no trabajemos o sepamos de la existencia de un ordenador portátil o utilicemos un smartphone. Todo esto supone que estamos rodeados de software; es decir, que existen logaritmos/algoritmos que responden a tareas determinadas.

Y, como de costumbre, no sabríamos que hay una mujer oculta en plantear los cimientos de la computadora; por ello está considerada como la primera programadora informática de la historia: Ada Lovelace. Su trabajo se redescubrió a mediados del siglo XX y, cada mes de octubre, en la celebración de las mujeres en la ciencia y la tecnología, se conmemora el Día de Ada Lovelace.

Ada Lovelace, en el siglo XIX, imaginó cómo sería esa máquina que hoy es de uso general (indudablemente, en aquellos momentos no existía una tecnología que pudiera hacer realidad esas inquietudes). En 1843, Lovelace escribió que el Ingenio Analítico o máquina diferencial del inventor británico Charles Babbage podría programarse para seguir instrucciones. No solo podría realizar cálculos, sino que también tendría la capacidad de crear.

Así, su mayor logro fue concebir el potencial de la informática. Mencionó que las máquinas serían capaces de hacer más que solo realizar cálculos: podrían entender símbolos y se podrían utilizar para crear música o arte. Como refleja el artículo: “Ada Lovelace, la mujer que revolucionó la informática” publicado por Fablab de San Cugat: “Ada Lovelace es la primera persona que desarrolló un logaritmo que marcó el camino de la programación”.

“Esta información se convertiría en el concepto clave de la era digital”, escribió Walter Isaacson en su libro The Innovators. “Cualquier tipo de contenido, dato o información se podría expresar de forma digital, y las máquinas lo podrían manipular: música, texto, fotos, números, símbolos, sonidos, video”.

Lovelace escribió sobre la responsabilidad[1] que tendría el programador del ordenador en base a la idea de que algún día de estos podrían pensar y crear por sí mismos; es decir, lo que ahora llamamos inteligencia artificial. “La máquina analítica no pretende originar nada”, escribió Lovelace. “Puede hacer cualquier cosa que sepamos cómo ordenarle que lleve a cabo”.

Un grabado con un retrato de Lovelace cuando era niña.
Un grabado con un retrato de Lovelace cuando era niña.

Pero antes de seguir ahondando en la explicación y cómo llegó a estas conclusiones, vamos a saber quién era Ada Lovelace:

Ada Byron nació en Londres el día 10 de diciembre de 1815, coincidiendo con el fin del imperio napoleónico. El nacimiento de sus padres, Anne Isabella Milbanke y Lord Byron, coincidió con las fechas del periodo revolucionario francés. Él con el anuncio de la convocatoria de Estados Generales, pocos meses antes de la toma de la Bastilla y ella el mismo año en que Mary Wollstonecraft publicó la Vindicación de los Derechos de la Mujer en Londres y se declaraba en Francia la Primera República.

El matrimonio fracasó inmediatamente y Lord Byron abandonó la ciudad pocos meses después, cuando su hija era aún bebé y no volvió a verla. La madre de Ada, apodada por Byron como la princesa de los paralelogramos, fue una reformadora social perteneciente a una familia acaudalada que tenía un interés profundo por las matemáticas. Así, puso todo el empeño en educar a su hija científicamente, alejada de las “triviales tendencias literarias y poniendo énfasis en la más severa “disciplina”, para contrarrestar los “vapores de la fantasía que había heredado de su padre.

Alentada por su madre, Lovelace mostró una pasión por las matemáticas y la mecánica desde una edad temprana. Su clase social le brindó acceso a tutores privados y a intelectuales de la sociedad literaria y científica del Reino Unido. Tenía una curiosidad insaciable y se rodeó de los grandes pensadores de la época, entre ellos tuvo como profesora de matemáticas a la científica y escritora Mary Somerville.

Se convertiría, no en poeta como su padre ni matemática como deseaba su madre, sino en una matemática poética, ya que Lovelace pensaba que las matemáticas y la lógica eran creativas e imaginativas, por lo que las llamaba “ciencia poética”; escribió: las matemáticas “constituyen el único lenguaje por medio del cual podemos expresar de forma adecuada los grandes hechos del mundo natural”.

Cuando Ada tenía 17 años, al poco tiempo de que hiciera su debut en sociedad, fue Somerville quien le presentó a Babbage en una exhibición. Babbage le mostró una calculadora mecánica de latón de sesenta centímetros de alto que había fabricado; la imaginación de ella fue atrapada por el aparato. Ella y Babbage comenzaron a intercambiar correspondencia sobre matemáticas y ciencias durante casi dos décadas.

Lovelace también conoció a su marido, William King, por medio de Somerville. Se casaron en 1835, cuando ella tenía 19 años. King pronto se convirtió en conde y ella así en la condesa de Lovelace. Para 1839 era madre de dos niños y una niña. Su marido proporcionó a Ada la posibilidad de acceder a los fondos bibliográficos de la Royal Society de Londres, ya que ella, como mujer, no tenía acceso ni a la biblioteca de esta institución ni a la de ninguna otra de nivel universitario.

Tenemos que pensar que Ada Lovelace vivió en una época en que las mujeres no eran consideradas pensadoras científicas prominentes y en la que las habilidades que poseía solían ser descritas como masculinas; así escribieron sobre ella con ocasión de su muerte que se comportaba “con una comprensión absolutamente masculina en cuanto a solidez, captación y firmeza, lady Lovelace hacía gala de todas las delicadezas del carácter femenino más refinado”.

El año en que se casó, le escribió a Somerville: “Estoy leyendo textos matemáticos todos los días, y estoy ocupada con la trigonometría y en los conceptos preliminares de las ecuaciones cúbicas y bicuadradas. Así que, como verás, este matrimonio no me ha quitado en lo más mínimo el gusto por estas actividades ni la determinación para continuar trabajando en ellas”.

Babbage, quien la llamó la “encantadora de los números”, alguna vez escribió que Lovelace “ha lanzado su hechizo mágico alrededor de la más abstracta de las ciencias y la ha comprendido y manipulado con una fuerza que pocos intelectos masculinos (por lo menos en nuestra tierra) podrían haber ejercido sobre ella”.

“El programa confeccionado por Ada Byron, sobre tarjetas perforadas, para el Ingenio Analítico de Babbage calculaba los números de Bernoulli, y nos da idea de sus conocimientos matemáticos y de su capacidad para crear un programa mucho más complejo y ambicioso que los ideados por el propio Babbage. Extrapolaba la primitiva estrategia fabril a una máquina de calcular.

La idea de reutilizar las tarjetas encargadas de cierto procedimiento, cada vez que fuera necesario, dentro de un mismo programa, era tan avanzada que en los cien años posteriores no se escribió nada mejor referente a esta materia. Para entonces, ya se estaba aprovechando su aportación en la industria textil que enriquecía a unos pocos y explotaba a tantas y tantas mujeres”.[2]

Fue en el año de 1843, cuando tenía 27 años, que Lovelace escribió su contribución más duradera para las ciencias de la informática: Babbage había dado una conferencia en Turín para presentar su Ingenio Analítico, como llamó a la nueva máquina, a dicha conferencia acudió el joven ingeniero Menabrea; éste quedó tan impresionado que publicó en francés un resumen de la conferencia. Babbage encargó a Ada la traducción del artículo y esta añadió una sección de casi tres veces la extensión del trabajo, titulada Notas. En esta parte, Lovelace describió cómo iba a funcionar el ordenador, imaginó su potencial y escribió el primer programa. Se imaginó un futuro en el que los ordenadores podrían realizar análisis más poderosos y a mayor velocidad que los humanos.

“Un lenguaje nuevo, vasto y poderoso se está desarrollando para el uso futuro del análisis, en el cual se pueden introducir sus principios con el fin de que tengan una aplicación práctica más veloz y precisa al servicio de la humanidad”, pronosticó Lovelace.

Los investigadores han llegado a considerarlo “un documento extraordinario”: según Ursula Martin, de la Universidad de Oxford que ha estudiado la vida y obra de Lovelace: “Ella habla de los principios abstractos de la informática, de cómo programar el ordenador y de grandes ideas, como de que tal vez podría componer música, quizá pensar”.

A partir de 1843, a los 27 años, madre de tres criaturas pequeñas y terminadas las “Notas”, la salud de Ada, que nunca fue muy fuerte, decayó alarmantemente. Los médicos, en un principio, diagnosticaron histeria, que era el saco de sastre de aquella época. Ella creyó, durante largo tiempo, en la certeza del diagnóstico; así, el láudano le alivió del dolor, producido por el terrible cáncer diagnosticado pocos meses antes de su muerte, hasta que su madre se hizo cargo de ella y le retiró todos los calmantes, para que ganara la salvación eterna de su alma con el sufrimiento infinito de su cuerpo. Murió a los 36 años, como su padre, el famoso Lord Byron, al que nunca llegó a conocer, pero del que heredó la poderosa imaginación que la hizo vivir y sufrir. Ada pidió ser enterrada junto a él, que pensó siempre en ella y que le dedicó las últimas palabras antes de morir.

Como colofón, no quiero acabar la semblanza de esta Mujer Singular sin hacer un resumen de todo lo que abarca su lenguaje a día de hoy, en la era de la informática, se le han concedido reconocimientos como dar su nombre a un lenguaje de programación, el lenguaje ADA, diseñado por y para el Departamento de Defensa de los Estados Unidos de América. Este lenguaje permite a Ada viajar alrededor del globo y en el tiempo, gracias a su amabilidad, flexibilidad, robustez y adaptabilidad a software nuevo. Está presente en un arsenal de industrias y organizaciones en Bélgica, Francia, Alemania, Suecia, Suiza, España, Reino Unido, y los Estados Unidos que utilizan este lenguaje ADA en los sistemas de control, de fabricación, en los sistemas de las actividades bancarias y de información, aviación, comunicación por satélite, y diseño. Por ejemplo, en los sistemas de control de la industria nuclear checa Westinghouse y el sistema de control del proceso del acero de la Weirton o en el sistema de actividades bancarias en el estado sueco que automatiza así todo el pago de la nómina, gastos, depósitos, y transacciones electrónicas. También se utiliza en telefonía móvil y en el diseño de circuitos integrados, en los sistemas de pruebas de motores de vehículos y para diseñar toda la automatización de Microsoft Windows.

Se invierte un décima parte de tiempo y de presupuesto en el software para cohetes espaciales, lo cual es la razón primordial por la que los militares de Estados Unidos utilizan este lenguaje. 

[1] También en esto se adelantó Ada Lovelace: hoy ya hay un escrito firmado por cuatro de las más importantes personalidades de la informática pidiendo que hay un parón de unos meses para “repensarse” hasta dónde está llegando la Inteligencia Artificial.