Miguel Poveda arrasó ante un rebosante Pilar Bardem

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Miguel Poveda actuó en Rivas (Foto: Kike Ayala)
Miguel Poveda actuó en Rivas (Foto: Kike Ayala)

El cantante Miguel Poveda se subió ayer al escenario de un rebosante Auditorio Pilar Bardem y conquistó a cada espectador allí presente. Fue el segundo concierto del festival de flamenco Rivas con Duende, una cita que ha llegado a la mitad del programa y que ha conseguido reunir a grandes artistas del mundo del flamenco.

Consulta aquí la galería del concierto (Imágenes de Kike Ayala)

La primera actuación llegó el viernes, con un concierto de Jorge Pardo, considerado el mejor saxofonista de flamenco del país, y el cantaor Pedro el Granaíno. Ellos también consiguieron arrancar los aplausos de un emocionado público asistente, que también pudo disfrutar de Patrocinio a la guitarra y Diego Montoya, el Tate y Manuel Vinaza a las palmas.

Esta tarde será el turno de los cantaores El Pele y Amalia Andujar, de nuevo con Patrocinio a la guitarra y Diego Montoya, el Tate y Manuel Vinaza a las palmas. El colofón llegará el domingo con el encuentro “Vermú con duende”, en la sala polivalente del centro cultural Federico García Lorca.

Para los que no pudieron acudir al concierto de anoche, les dejamos, una vez más, una crónica de Vicente Pachón que recoge el vitoreado encuentro de anoche:

Apareció Miguel Poveda ante un auditorio entregado al cantaor antes de que proyectase su voz. Poveda reflejó al hombre amable, sensible y simpático que nos invitó a dar un pasóito comenzando por Cádiz y Málaga, mientras nos relataba un recuerdo de su infancia: aquel disco azul cielo en su portada con una gaviota y las firmas de Lole y Manuel: «…cómo temblaba mi corazón, cómo temblaba solito cuando iba por la calle… De lo que pasa en el mundo, por Dios que no entiendo na…». La sonata que por el camino nos hacía sentir era la de Jesús Guerrero. Y sonaba valiente y con fuerza.

Volvió a salir Poveda después de un receso poniendo el foco en el momento más flamenco con tientos y minera, enfilando enseguida para Triana. Y sucedió algo evitable: irse a la última fila a cantar entre la gente.

Para encauzar ese despiste en el camino, invocó a Lorca con su luz y elogió a Pedro Guerra que allí se hallaba. Y emocionó con el soneto contundente: «…Llena pues de palabras mi locura o déjame vivir en mi serena noche del alma para siempre oscura».
Y así fue discurriendo la noche hasta que tuvo el detalle de invitar a cantar a María Vargas con cantes de su tierra. Y el auditorio encantado de la vida.
Es Poveda. Un cantaor cantante que tiene recorrido tanto en la música como en llegar a un público amplio. Allí dentro triunfó. Al final es lo que queda. Viva el flamenco.