Marta Negro es una joven ripense que hace unos meses decidió abordar un reto personal: dar la vuelta al mundo sin utilizar, en la medida de lo posible, el dinero. Todo a base de trueque, porque, según explica, “para vivir y viajar, el dinero no debe ser siempre el protagonista”. Marta llegó a un acuerdo de colaboración con Rivas Actual que permitirá a las y los lectores conocer una crónica mensual de su viaje.
Myanmar. Budismo, gente y COVID-19
Si soy sincera, no sabía muy bien qué esperar de Birmania.
No hace mucho que está abierta al turismo, y de hecho esa es la razón que me hizo decidirme: la curiosidad.
Hay mucha desinformación. Incluso acerca de por dónde se puede cruzar la frontera por tierra. Si no fuera porque un italiano enamorado de Birmania me dijo que no podía hacer el recorrido que tenía pensado, probablemente me hubiera quedado atascada en algún punto.
Crucé de Tailandia a Myanmar por Myawaddy, no sin antes de que en inmigración me tomasen la temperatura para cerciorarse de que no introducía el coronavirus. Aún era pronto, era finales de febrero y el boom que me acechaba estaba por llegar.
Mi primer destino fue Hpa-An.
Lugar turístico famoso por sus cuevas y templos.
Durante 3 días, hice lo que no había hecho mucho durante el viaje: Ser turista.
Contraté un tour para que me llevasen junto con otros viajeros a las 7 u 8 cuevas más importantes de la zona.
Pude caminar por ellas, descubrir los grandes Budas que se encontraban entre sus rocas, ver monjes y locales rezar, y hasta escuchar murciélagos.
Volví a reafirmar, que esa no es la forma en la que me gusta descubrir los lugares, por lo que al día siguiente, alquilé una bicicleta y tras 10 kilómetros llegué a una colina con más de 2.900 escalones, los cuales hice por libre y una vez vencidos, dieron paso a un templo en la cima.
El gusanillo del trueque seguía ahí, por lo que fuí a un poblado cerca de Yangón, el cual se mantiene a base de intercambios y voluntariados. El proyecto se llama Thabarwa center.
Allí, cualquier viajero puede acudir y ayudar a gente que se encuentra en el hospital, haciendo de celador y llevándoles en silla de ruedas, limpiándoles y bañándoles, haciendo rehabilitación…
Aunque si el sector de la salud no es lo tuyo, también puede ir con los monjes a las 6 de la mañana a pedir ofrendas, eso si, descalzo por la ciudad, o ayudar a mujeres birmanas a las 5 de la mañana a cortar vegetales, o ayudar a construir un edificio sostenible… hay muchas posibilidades.
Además, cualquier ayuda, será recompensada con alojamiento y comida.
Sumado a todo lo anterior, es un centro donde promueven la meditación como forma de mantener la salud mental de la población, y como parte del programa, organizan retiros de meditación, a los cuales eres más que bienvenido de acudir.
Me uní a dos de ellos, y me dieron una visión tanto del budismo como de la gente local, que de otra forma no hubiera logrado.
En uno de ellos, estuve en el campo, donde pude ver cómo diariamente tanto niños como adultos, trabajaban varias horas bajo el sol recogiendo judías; a cambio de 0,39 céntimos el cubo.
En su tiempo libre, tuve la suerte de que mis tatuajes, piercings y pelo corto atrajeran su atención, hasta tal punto de tocarme la piel pensando que la tinta se desvanecería bajo sus dedos, además de invitarme a ser parte de su pasatiempo favorito: Un juego con piedras las cuales debes lanzar y coger con la mano.
No puedo especificar el nombre del juego, porque lamentablemente, nuestra comunicación no superaba la barrera de los gestos.
En el siguiente retiro, tuve la oportunidad de asistir a clases durante una semana, donde pude preguntar cualquier cosa a un monje birmano. Algo que me dio un entendimiento más profundo de la cultura y religión.
Después de varias semanas, mi visa estaba llegando a su fin y aún me quedaba el lugar por excelencia de Myanmar: Bagan.
Un complejo arqueológico con más de 2000 templos, donde el mayor espectáculo es acudir al amanecer y al atardecer para ver los colores y los globos aerostáticos entremezclarse con las siluetas de los templos.
En esta ocasión, de nuevo, si no hubiera sido por la interacción con locales, éste lugar hubiera sido una decepción.
Myo, un pintor local, se cruzó en mi camino y me llevó a ver el amanecer, el atardecer y hasta a visitar su casa. Un privilegio que no todo visitante tiene.
Todos estos lugares y experiencias estuvieron genial, pero poco a poco el ambiente internacional se estaba poniendo tenso.
Tenía un vuelo a Japón, en los siguientes días. Plan que se vio truncado ya que además de rechazarme varios voluntariados por ser extranjera, finalmente me cancelaron el vuelo.
En Myanmar, aún no se había declarado ningún caso de coronavirus, por la sencilla razón de que no tienen medios para testarlo, así qué aunque ellos se empeñaban en decir que estaban libres de COVID-19, personalmente para mi era difícil de creer teniendo en cuenta que es un país colindante con China.
En los países vecinos: Tailandia, India, Laos, estaban comenzando a vetar extranjeros.
Inicialmente eran chinos e italianos, aunque el tiempo corría en mi contra porque mientras estaba aún en Myanmar, en Vietnam comenzaron a rechazar la entrada de españoles.
Lo mismo ocurrió en Camboya, Malasia, Filipinas…
Vamos, que tenía que pensar rápido en moverme y decidir dónde asentarme durante las siguientes semanas.
Si recuerdas mi última crónica, te conté que había tomado una decisión que influiría en mi viaje: Adoptar a una perrita tailandesa.
Por tanto, si debía quedarme atrapada en algún país, preferiría que fuese Tailandia, donde podía regresar con mi perrita y con los otros 600 perros callejeros que necesitaban ayuda.
Los siguientes días fueron de nervios debido a las miles de noticias de cierres de fronteras de un día para otro, vuelos cancelados, gente desinformada, sumado a la gran desgracia de muertes y contagios por el coronavirus.
Finalmente, llegué de nuevo a Tailandia y establecí mi base de cuarentena allí. Aunque, aún había planes que no se iban a cumplir tal y como imaginaba.
Pero esos planes y la historia de la perrita tailandesa, los dejo pendientes para la siguiente crónica.
Recuerda, que si quieres escuchar con detalle cada día de mi viaje, puedes hacerlo aquí, en mi podcast.