La vuelta al mundo de Marta Negro: Atrapada en Polonia

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Marta Negro es una joven ripense que hace unos meses decidió abordar un reto personal: dar la vuelta al mundo sin utilizar, en la medida de lo posible, el dinero. Todo a base de trueque, porque, según explica, «para vivir y viajar, el dinero no debe ser siempre el protagonista». Marta llegó a un acuerdo de colaboración con Rivas Actual que permitirá a las y los lectores conocer una crónica mensual de su viaje.

Septiembre, 2019

El primer mes, «atascada» en Polonia

Creo que lo que planeamos previamente para un viaje, nunca llega a ser como sucede realmente, y, por supuesto, el inicio de esta vuelta al mundo no iba a ser menos. Aterricé el 5 de septiembre en Berlín y, puesto que ya conocía la ciudad, decidí poner rumbo a Polonia ese mismo día.

Salí del aeropuerto, caminé cinco minutos y saqué mi cartel con Wroclaw escrito para probar suerte haciendo autostop. Veinte minutos más tarde, un policía polaco me llevó hasta la frontera y, dado que no encontramos un camión que me llevase a mi destino, decidí continuar con él hasta el suyo, para coger un autobús desde allí que me llevase a Brestlavia (aquí puedes ver mi llegada).

Allí puse rumbo a la casa de una pareja polaca que me alojaría durante los siguientes tres días, gracias a la plataforma couchsurfing. Disfruté de la ciudad, aunque entre el mal clima que viví, la melancolía de los primeros días y la casa, que no era la más limpia del mundo porque la compartía con 8 conejos enormes y enjaulados, tres días fueron suficientes para mí.

Llegué a Cracovia haciendo autostop, gracias a un hombre ucraniano con el que compartí conversación utilizando el google translator durante dos horas y media. Ya instalada en Cracovia, en lo que sería mi habitación durante las siguientes tres semanas, descubrí muchos recovecos de la ciudad.

Tenía que trabajar durante dos horas y media al día a cambio de dormir completamente gratis, pero con las 24 horas que tiene el día pude disfrutar de la gastronomía polaca (pierogis, zapiekanka, sopa de remolacha, etc), aprendí sus leyendas, recorrí las orillas del río Vístula, el guetto judío, la fábrica de Schindler y hasta los recovecos subterráneos que aún quedan por la ciudad.

Vivir durante un tiempo en una ciudad te permite explorarla de otra manera. Viví su noche y algunos amaneceres e hice uno de los trueques que más me ha gustado hasta la fecha. Dado que viajo sola, tener una foto decente para el recuerdo es difícil. Así que un compañero del hostel me ofreció hacerme una sesión de fotos por la ciudad a cambio de una buena tortilla de patata. Confieso, se pegó un poco porque la sartén del hostel no era la mejor.

Tras un par de semanas, la rutina iba apareciendo, algo de lo que estoy huyendo, así que decidí armarme de valor y visitar Auswitchz, lo cual fue una experiencia muy, muy impactante y que te cuento con todo detalle aquí.

Dos días después me fui a las montañas de Zakopane y disfruté de la tranquilidad durante tres días, además de hacer algunos trekkings. Vivir en Cracovia fue una buena experiencia, aunque debía ponerme en marcha.

Para llegar a Varsovia, esperé 40 minutos con mi cartel en alto, hasta que un músico cubano-polaco me llevó hasta la capital. Lo que no sabía es la experiencia que me esperaba allí. Se suponía que los siguientes dos días iba a pasarlos con un cocinero polaco, el cual se ofreció a alojarme a través de couchsurfing. Pues bien, no quiero entrar en detalle porque sería muy largo, pero el resumen es que me marché de su casa, porque el hombre debía tener algún problema importante y no paraba de llorar. Así que me ví en la calle por un momento, hasta que me acordé que una seguidora del viaje también me había ofrecido. Y lo que son las casualidades de la vida, ¡su hijo, era ripense!

Pasé el fin de semana com ambos, a cambio de darle unas pequeñas clases de video y Youtube a este ripense, ya que cuando sea mayor de edad, también quiere viajar por el mundo. Y después de esos días intensos, viajé 100km al norte de Varsovia, hasta llegar a Opinógora, un pequeño pueblo donde una familia de artistas me estaba esperando para hacer otro intercambio: hacerles una página web y un video de su arte, con lo que obtendría la experiencia de hacer vino casero, vivir en el campo y aprender de la cultura polaca.

Y desde al lado de la chimenea, aún en Polonia (se suponía que hoy tendría que estar en Rusia), os escribo este resumen del primer mes de esta vuelta al mundo, pero no sin antes recordaros que puedes seguir todas estas aventuras casi en directo, en un podcast diario, al que te puedes apuntar aquí.