Pedir cita en un centro de salud de Rivas se ha vuelto una odisea: más de 20 días de espera, falta de personal, fallos en la aplicación… Vaya, es lo que tiene reducir el gasto público en servicios esenciales o, lo que es lo mismo, privatizar de manera sutil, pero constante, un derecho fundamental.

Lo saben bien los vecinos y vecinas quienes, recientemente, han vuelto a reclamar a la Comunidad de Madrid más recursos y más inversión en atención primaria. En concreto exigen a la señora Díaz Ayuso “una atención sanitaria digna para los ripenses”. Sí, a la misma presidenta que, en plena pandemia, dijo frases tan polémicas e insensibles sobre las personas mayores en residencias como “si total, se iban a morir igual”. Sí, a la misma presidenta que vive con un defraudador de Hacienda en un piso del administrador de la sociedad vinculado con el presidente de Quirón Prevención.

Recientemente, en un gesto que resulta una paradoja para muchos, Ayuso ha escogido esta ciudad, históricamente reivindicativa, para celebrar la cena de Navidad del Partido Popular.

En su discurso, lejos de comprometerse con las demandas de los vecinos o plantear soluciones, optó por una intervención cargada de sarcasmo al estilo stand-up comedy, que arrancó risas y aplausos de sus más fieles palmeros.

Mientras tanto, los problemas persisten. La falta de recursos en atención primaria no es un hecho aislado; es una realidad que afecta al día a día de miles de ciudadanos, de miles de madrileños, quienes ven cómo un derecho básico se vuelve cada vez más inaccesible.

La salud no debería ser una petición para 2025, sino una prioridad de hoy. Sin embargo, bajo una gestión que parece privilegiar intereses privados sobre el bienestar colectivo, los vecinos de Rivas siguen luchando por algo tan elemental como un servicio esencial de calidad.