He leído con mucho placer una novela que ha conseguido batir todas las marcas de ventas, y agotar su primera edición en apenas una semana. Me estoy refiriendo a Presentes, obra del escritor Paco Cerdá, en la que cuenta la transformación en mito, a través de la puesta en escena desorbitada del traslado del cadáver desde Alicante hasta El Escorial, de un político que apenas había sacado cincuenta mil votos en las últimas elecciones en las que se presentó. José Antonio, el fundador de la Falange, protagonizó después de muerto su ascenso a los altares de la política a través de la propaganda del régimen, concitando los apoyos que vivo jamás tuvo entre los españoles. Así de fácil, nos relata Cerdá, se crea un mito absurdo, mientras su novela recrea además la vida de una galería de personajes anónimos que el franquismo silenció: exiliados en campos de concentración franceses, presos en las cárceles españolas condenados a ser mano de obra esclava, intelectuales condenados a la oscuridad de sus celdas y fusilados a los bordes de cualquier camino español. Aunque la novela sigue la estela de algunos otros libros escritos sobre la Guerra Civil española, su carácter coral bebe de la obra de Max Aub, un autor al que la memoria
de nuestro país no debería dejar arrinconado.
Cuando se van a cumplir este año los cincuenta de la muerte del dictador, me alegra saber que la desconocida historia para muchos de la comitiva con el cadáver de José Antonio, que entroniza a este sujeto creador del fascismo hispánico, suscita tanto interés entre los lectores, que encontrarán en esta novela un motivo más para comprender que la memoria es imprescindible. Recordar no es solamente un ejercicio de construcción personal, de elaboración de lo que somos como individuos; es también un ejercicio de construcción colectiva, de comprensión de lo que hemos sido como sociedad y el arma imprescindible para prevenirnos de lo nos pueda venir.
Muchos son los que hoy desconocen nuestra historia reciente y muchos los que pretenden
confundirnos con sus mensajes blanqueadores y tibios contra regímenes que parecían acabados, pero que se atisban sobrevolando el horizonte europeo y español. Nuevas formas de totalitarismo están poniendo en jaque a las democracias a través del bulo, mediante los mensajes simplistas que aparecen en las redes sociales y que devoran muchos que frivolizan con el peligro que supone la negrura fascista que parece otra vez extenderse por todo el mundo. Evidentemente, la educación nos brinda una magnífica
oportunidad para transmitir los verdaderos valores de nuestra democracia, y para luchar contra nuevas formas de totalitarismo, rejuvenecidas y disfrazadas de otros valores, reducidos a simples eslóganes vacíos: “patria” o “libertad”, “nación” o “pueblo”, palabras que nunca significaron nada en boca de dictadores y liberticidas de toda especie.
Si la obra de Paco Cerdá puede ser un buen instrumento para comprender nuestro pasado, no puedo menos que recordar los Campos de Max Aub, ese gran fresco sobre nuestra última contienda civil. Ni tampoco recordar la obra de Barea, ni la magnífica novela olvidada durante muchos años y reeditada también recientemente, Días de llamas, de Juan Iturralde. Ojalá estos y otros muchos libros sirvan para evitar que, en un futuro, vuelvan echarlos a las hogueras con la intención de hacernos perder definitivamente la memoria.