Hace unas semanas tuvo lugar la Feria del Libro, un acontecimiento festivo en el que se dieron cita escritores, editores y libreros del municipio con la ilusión de hacer llegar sus obras a las decenas de lectores que nos visitan cada año.

Desde mi privilegiada posición en el stand observaba cómo las personas deambulaban, en ocasiones, con la mirada perdida, dejándose llevar por la marea humana. Solo los más atrevidos que reclamaban su atención conseguían sacarles de su ostracismo. Conversando con otros escritores y libreros llegamos a la misma conclusión: cada vez se lee menos, ¿por qué?, supongo que habrá muchos factores, pero a veces se nos olvida que hay que tener las necesidades básicas cubiertas para disfrutar de otros pequeños placeres de la vida.

Recapitulando, me siento culpable porque, como ser humano, no he sabido estar a la altura; me he sentido a mucha distancia de esos visitantes, centrándome en ese deseo insano de comerciar con mis obras. Sin embargo, si en la franja horaria en la que yo estuve tras el stand, no desfilaron lectores potenciales, entonces ¡serían portadores de historias!

En más de 80 países hay bibliotecas donde se puede pedir «prestada» a una persona, denominada libro-lector, y, puedes escuchar la historia de su vida. El proyecto Human Library nació hace más de 20 años en Dinamarca con el objetivo de luchar contra los prejuicios sociales, permitiendo que personas injustamente encasilladas por alguna condición de su vida –enfermedad, sexualidad, aspecto, religión, etc.– puedan interactuar con otras personas haciéndolas partícipes de sus historias.

Todos en algún momento hemos elegido un libro, mirado su portada, leído su sinopsis, y, en cuestión de segundos hemos decidido si llevárnoslo o dejarlo donde estaba.
Sin embargo, bajo el lema «no me juzgues por mi portada», se pretenden derribar muros,  sas malditas ideas preconcebidas que nos llevan a rechazar a las personas por su aspecto, como si estuvieran desprovistas de alma; es cierto que, en mayor o menor medida, todos cargamos con estereotipos que la sociedad ha construido y que nosotros alimentamos con nuestra ignorancia, pero este proyecto nos brinda las armas necesarias para acabar con esa necia costumbre de encasillar a los demás.

Qué mejor manera de ampliar nuestra visión del mundo que escuchando historias que nos muestran las maravillosas diferencias culturales, religiosas, sociales y étnicas que nos hacen únicos; historias que acercan a individuos que de otra manera no hubieran tenido la oportunidad de conocerse; dando visibilidad a personas necesitadas de compañía que tienen mucho que contar.

Iniciativas como estas son el futuro para nuestra sociedad; forjarán la personalidad de nuestros jóvenes, pues derribando estereotipos, no juzgando, es como se crean comunidades más inclusivas y, por ende, más fortalecidas. Y tenemos que empezar a trabajar en ese futuro ya, porque lo tenemos llamando a la puerta. Después de liberar esas historias tanto tiempo adormecidas, es decisión del oyente concienciarse de que su libro-lector no es un paria porque sí, ni un toxicómano porque le divierta serlo, ni un delincuente porque no quiera trabajar, ni un ermitaño porque odie la compañía; solo hay una manera de perderle el miedo a aquello que no se conoce y es aceptar y RESPETAR que en todo ser humano late un corazón idéntico al nuestro.

Es posible que los escritores llevemos un pasito más allá nuestra necesidad de contar historias, pero también tenemos una propia, por eso te digo, amigo lector: «yo, como libro, puedo no gustarte, incluso no tienes que estar de acuerdo conmigo en nada de lo que te diga, pero después de leerme, aceptarás mi derecho a ser diferente a ti y eso, créeme, nos hará mejores a ambos».