Juan Ignacio Cuenca, que vive y trabaja en Rivas, ha sido una de las no demasiadas personas que ha logrado subir hasta la cumbre del monte Ararat, en Armenia. Rivas Actual le ha entrevistado nada más volver de la expedición.
Juan Ignacio Cuenca Drouhard, residente en Rivas, es una de las pocas personas que ha logrado el ascenso hasta la cumbre del monte Ararat, en Armenia. Lo ha hecho a primeros de este mes de agosto y si bien en principio pensaba hacerlo él solo, finalmente se unió a otros dos escaladores y decidieron abordar la escalada juntos. Nada más volver de la expedición, Rivas Actual ha entrevistado a Juancho (como prefiere que le llamen), quien tiene claro que lo de «conquistar» las montañas no es el término más adecuado, porque, dice, «representan elementos con una dimensión más allá de lo humano», de forma que más que conquistar sus cumbres «uno está permanentemente conquistado por ellas». Y, en este sentido, recuerda las palabras del escalador francés Lionel Terray, cuando definió a los escaladores como «conquistadores de lo inútil».
Nacido en 1963, Juancho empezó a subir montañas, tal como él mismo cuenta, con 13 años. A los 16 se inició en la espeleología pero rápidamente lo cambió por la escalada en roca en la zona centro de España al llegar a la universidad. Siguió «la evolución lógica de ascensiones en Pirineos, primero en verano y, cuando fui haciendo formación sobre técnicas de alpinismo, también en invierno». Desde ahí el salto a los Alpes (Mont Blanc, Cervino, Jungfrau, Mont Maudit…) y luego a montañas fuera de Europa: Pakistán, India, China (Muztag-Ata, 7.500 m).
En 1996 participó en la expedición que coronó por primera vez un 6.000 virgen en la cordillera Pir Panjal, un ramal indio de los Himalayas. Se tituló como Técnico Deportivo en Deportes de Montaña en 1996 (ya tenía titulaciones federativas anteriores de la Escuela Española de Alta Montaña), y actualmente tiene en vigor la credencial internacional UIMLA (Union of Mountain Leader Associations) como guía de montaña. Está federado en la Federación Madrileña de Montañismo, siendo miembro activo de su escuela de montaña. Durante ocho años fue representante del estamento de técnicos en la asamblea de esta federación.
RIVAS ACTUAL: Es frecuente en prensa leer que alguien ha «conquistado» una determinada cumbre. ¿Eres tú quien conquista, o eres el conquistado?
JUAN IGNACIO CUENCA: Creo que la palabra conquista no tiene sentido en ninguna montaña, la naturaleza, y las montañas que forman parte de ella, no puede conquistarse, representan elementos con una dimensión más allá de lo humano, así que , en esta opción, uno está permanentemente conquistado por ellas, y eso es lo que nos hace volver una y otra vez a los amantes de los deportes de montaña. Las montañas moldean a las personas, y no al revés. El gran alpinista francés que fue Lionel Terray nos definió a todos en el título de su libro :»Los conquistadores de lo inútil». Lo cierto es que la verdadera conquista que se obtiene al escalar montañas es la interior, el conocerse a uno mismo aún mejor, y a superar límites físicos y mentales que uno no creería que fuese posible rebasar.
R.A.: El Ararat tiene una altura de más de 5.100 metros, digamos que es una cumbre de altura media entre las más escaladas. Pero más allá de la altura ¿qué dificultades ofrece?
J.I.C.: En todas las montañas del mundo, decimos que mucho más importante que la altitud son las condiciones de la montaña y la meteorología, pues estas son las que van a condicionar la ascensión, la estrategia, el material… que necesitaremos para ascenderla. La propia altitud implica que una montaña así necesita de un plan de aclimatación, pues si de golpe depositáramos a una persona a 5.000, experimentaría probablemente los síntomas del Mal Agudo de Montaña, o mal de altura, por lo que se hace imprescindible una ascensión escalonada y lenta con el objeto de que el organismo tenga tiempo a poner en marcha los mecanismos de adaptación fisiológica a la altitud.
Además, no olvidemos que en este rango de montañas, encontramos glaciares y nieve perpetua por encima de la cota de 4.000 metros, por lo que es necesario conocer y tener destreza en el uso de material técnico invernal, es decir, piolet y crampones. Como la ruta que elegí no transcurre por ninguna zona de grietas glaciares, no fue necesario el uso de la cuerda. En mi opinión, este sería un buen primer 5.000 para alguien que empieza su andadura en montañas grandes, siempre que sea en condiciones estivales y buen tiempo. En invierno o con meteorología desfavorable, la montaña puede dar un susto a cualquiera.
R.A.: ¿Por qué esta pasión por ‘subir montañas’?
J.I.C.: Podría contestarte con el tópico de la famosa respuesta de George Mallory cuando le preguntaron que por qué iba a escalar el Everest: «Porque está ahí». Pero realmente escalo montañas porque es mi deporte, un deporte federado, que tiene su técnica, su ética y sus normas, algunas escritas y otras no. Las cumbres no importan tanto como lo que se hace y lo que sucede hasta alcanzarlas, y además, la cumbre sólo es la mitad del camino, hay que bajarse de ellas, y ahí también suceden y hay que hacer un montón de cosas para lograrlo.
Escalo montañas igual que el corredor de maratón o el ciclista realizan sus pruebas, con el añadido que escalar una montaña de estas dimensiones implica el descubrimiento de aspectos naturales, geológicos, humanos…nuevos, desconocidos. Ascender montañas, escalar, no es sólo un deporte, es un proceso de aprendizaje continuo.
R.A.: ¿Con quiénes has realizado la ascensión y qué habéis tenido que organizar para ello?
J.I.C.: En principio se trataba de una iniciativa en solitario, pero en Dogubayazit, la localidad donde comienza la aproximación a la montaña, coincidí con Carlos, un alpinista madrileño con el que, charlando, resulta que teníamos conocidos comunes del mundo de la montaña, por lo que decidimos unificar la logística de tiendas de campaña y comida y, junto a un familiar suyo de origen serbio, formar un equipo. También se unió otro montañero turco afincado en Londres.
Esa logística a la que me refiero es lo que ahorra un montón de peso en el equipaje facturado en avión. Al poder alquilarlo allí y también disponer de los alimentos y contratar los servicios de un cocinero para el campo base, se puede garantizar la alimentación correcta durante el periodo de aclimatación y la ascensión, sin tener que dedicarle tiempo y fuerzas a esas tareas.
R.A.: Es de suponer que ahora toca descansar, pero ¿crees que te plantearás otra cumbre en breve? Si es así ¿en cuál piensas?
J.I.C.: En perspectiva para ir, en cuanto la situación sea favorable, está el Damavand, un 5.600 en Irán, que es además el volcán más alto de Asia. Y en proyecto, un 6.000 en el valle del Khumbu, en Nepal, y el pico Lenin (7.134 m) que se encuentra en la cordillera Pamir, en Kirguistán.