En 2021 se produjeron 4.000 suicidios en España. Casi uno cada dos horas. Es, según un psicólogo clínico y un jefe de policía local, la segunda causa de muerte en nuestro país, por detrás de los accidentes de tráfico. El psicólogo clínico es Raúl Alelú-Paz, y Leonardo Lafuente es el jefe de Policía Local. El de Rivas Vaciamadrid, en concreto.
Con Raúl Alelú-Paz y Leonardo Lafuente realizó Rivas Actual una tertulia el pasado mes de marzo en la que se puso el tema del suicidio sobre la mesa y se habló de ello sin tapujos. Porque no es algo que se haga habitualmente. No lo hacen las familias, ni tampoco los círculos de amistad. Pero ocurre con demasiada frecuencia y merece la atención de toda la sociedad.
De lo aportado por Alelú-Paz y por Lafuente durante la tertulia se desprenden muchos datos, muchos aspectos poco conocidos (no dejen de ver el video completo, gana mucho respecto a este resumen) y una conclusión muy clara: el fenómeno es no sólo muy significativo, sino alarmante. No sólo por los fallecimientos que conlleva, sino también por el estado mental y físico que hay detrás de las personas que lo han cometido. Y también de las que, habiéndolo intentado, no han llegado a consumarlo.
La importancia social del fenómeno
Unos 700.000 suicidios anuales en todo el mundo. En 2021, en España, 4.000. Si se compara con el asesinato, algo que suscita la atención y la reacción social de manera muy visible, resulta que hay 12 muertes por suicidio por cada muerte por asesinato en nuestro país. Pero poca gente conoce estos datos.
Y eso que, con estas cifras, resulta difícil que no haya apenas una decena de personas que no conozcan, entre todas, al menos algún caso de suicidio, o de intento de suicidio. Porque si sumamos estos últimos, las cifras se multiplican aproximadamente por veinte.
Pero el suicidio deja detrás de sí una estela de consecuencias graves. No hay familia en la que pueda haber recuperación fácil tras la muerte de un pariente por esta causa. Incluso si no se llega a consumar, el mero intento ya deja una secuela de preocupación, de dudas, de reproches.
Y, sin embargo, se calla. Llamémosle vergüenza, pudor o, incluso, intereses económicos en algunos casos (las pólizas de seguro identifican el suicidio como causa de anulación de las mismas), pero la cuestión es que casi siempre se extiende un manto de silencio. Sólo se va conociendo el hecho muy poco a poco y aún así casi siempre entre los círculos más cercanos, a los que casi invariablemente se les pide silencio al respecto. Y gracias a este silencio la sociedad no es demasiado consciente del fenómeno. Y al no ser consciente de él, tampoco es capaz de reflexionar demasiado sobre sus causas.
Sin datos no hay investigación
Como cualquier otra cosa que afecta a la sociedad, deberían poderse estudiar los suicidios para extraer consecuencias prácticas que no sólo pudieran limitar su alcance, sino también identificar las causas de los mismos con vistas a prevenirlos.
Porque detrás de los finalmente llevados a cabo hay un dato sobre el que ambos expertos reconocen que sólo se puede especular: el del número de personas que tienen inclinaciones suicidas. Algo que, dependiendo de factores exógenos, pero también de características biológicas y psicológicas propias de cada persona, puede derivar en un intento de suicidio o incluso finalmente, en una muerte por ello.
A falta de esos datos más específicos, se calcula que en España hay unos 4,7 millones de personas con inclinación suicida. Por ceñir algún dato a Rivas Vaciamadrid, se piensa que se dan unos 40 intentos de suicidio por cada muerte consumada. «Pero estamos seguros de que la cifra es mucho mayor», afirma Leonardo Lafuente. ¿La razón? La que ya hemos mencionado: se calla sobre ello y en muchas ocasiones ni siquiera la policía o los profesionales sanitarios llegan a tener constancia del intento producido.
¿Por qué se suicida la gente?
Tanto el psicólogo como el jefe de Policía Local coinciden absolutamente: las causas de la inclinación suicida, del intento o de la comisión del suicidio son multifactoriales. Los trastornos depresivos, la ansiedad, las psicosis, experiencias traumáticas que pueden provenir de la infancia, situaciones laborales o económicas insostenibles… Un informe de la ONU al respecto afirma que «el suicidio es un síntoma de una gran depresión».
Pero además, Raúl Alelú-Paz explica que «Hay también en algunas personas una predisposición biológica. Hay genes que unas personas tienen y otras, no, que se activan en determinadas circunstancias y conducen hacia el suicidio».
Leonardo Lafuente lo explicita y resume: alguien con inclinación suicida es una persona que siente un gran dolor interno. Cuando ese dolor se hace insoportable, se piensa en el suicidio como forma de dejar de sentirlo. La determinación para cometerlo dependerá de otros factores. Entre otros, de que se conozca o se pueda entrever la situación por parte de personas cercanas, y de que se comunique y se pida ayuda a profesionales sanitarios.
Raúl Alelú-Paz, el psicólogo clínico (que acumula también varios doctorados en neurofísica, en medicina y en especialidades como la cirugía), reflexiona sobre un factor más alarmante aún: «La infancia ha estado viviendo estos años experiencias traumáticas una detrás de otra, por acontecimientos como el COVID, las guerras… Todas ellas les hacen ver a los niños y niñas el mundo como un lugar no seguro, a una edad en la que sí deberían verlo como seguro».
También menciona otro factor muy relevante en nuestro mundo: «Las redes sociales nos han acostumbrado al halago, y cuando no lo tenemos nos frustramos y desesperamos. Y la desesperanza es un factor muy importante».
Leonardo llama la atención sobre las profesiones en las que las inclinaciones suicidas se dan en mayor porcentaje: sanitarios, policías y educadores se llevan la palma en este terreno.
El suicidio: un territorio para jóvenes
Más cuestiones alarmantes. Si alguien piensa que la inclinación suicida se da sobre todo en personas mayores, se equivoca. «La franja de edad en la que es más habitual encontrarse estos casos es la de 15 a 29 años», asegura el responsable policial. Y además, el límite inferior de edad va bajando cada vez más. «En la clínica se van encontrando cada vez más casos en edades de 11 ó 12 años», remacha Raúl.
Ambos coinciden en que algunas de las causas que influyen en este descenso en la edad en que se fraguan pensamientos o intentos suicidas, son el acoso escolar o extra-escolar y el consumo de drogas, «especialmente la marihuana». Alelú-Paz explica que esta sustancia «influye negativamente en el correcto desarrollo de neuronas que a esas edades están formándose aún y que tienen que ver con el desarrollo de factores como la satisfacción por lo que se está haciendo». Si no se encuentra estímulo en nada de lo que se hace, la desesperanza está a la vuelta de la esquina.
Las mujeres lo piensan y los hombres lo cometen
Por géneros, resulta que la estadística es palmaria: la proporción de hombres que se suicidan o intentan suicidarse es tres veces mayor que la de mujeres. Sin embargo, los pensamientos o la inclinación suicida se da en proporción inversa.
Raúl explica que «la maduración mental es mucho mayor y más temprana en las mujeres, y eso conlleva una mayor complejidad a la hora de plantearse las situaciones de la vida». Una complejidad que puede conducir al pensamiento o a la inclinación suicida con más facilidad.
Sin embargo, esa misma mayor maduración y factores culturales (ya saben: los hombres no lloran; los hombres callan y aguantan sin quejarse) llevan a que las mujeres se planteen con mucha mayor facilidad pedir ayuda a especialistas. No tienen tantos problemas como los hombres a la hora de contar lo que les ocurre. Y eso, en muchos casos, supone su salvación.
En el caso del género masculino, en cambio, ese factor cultural y esa menor o más lenta maduración mental les conduce a una mezcla más explosiva: no cuentan nada cuando comienzan a plantearse el suicidio y, además, lo intentan realizar -y lo realizan- con más decisión y eficacia.
Incluso en los métodos se diferencian claramente ellas y ellos: los de estos últimos serán casi con toda seguridad más brutales y expeditivos. Como muestra basta un botón: el ahorcamiento es uno de los ‘clásicos’ del suicidio masculino, mientras que en el caso de las mujeres, cuando se producen finalmente, son intentos por medios mucho menos truculentos.
Algunas conclusiones
En el capítulo de las conclusiones, ambos tertulianos coinciden en resaltar un consejo sobre cualquier otro: no es de esperar que el o la suicida cuente lo que está pensando llevar a cabo, pero no es tan difícil que personas de su entorno más cercano puedan adivinar lo que le ocurre a la persona en cuestión.
Si es así, no lo duden: en lugar de callarlo, de ‘taparlo’, acudan a los profesionales sanitarios, si es posible convenzan al presunto suicida para vaya él mismo. Cuenten lo que está ocurriendo. No crean que nadie puede hacer nada al respecto.
Y otro consejo: si presencian alguna situación en la que aparentemente alguien va a suicidarse, no intenten intervenir personalmente, a no ser que sean profesionales sanitarios o de seguridad. Lo más probable es que empeoren la situación.
Llamen al 112, que a su vez dará parte inmediato a Policía y a profesionales sanitarios. La propia Policía se encargará, dependiendo delas características del intento de suicidio, de llamar a bomberos si es necesario. El tiempo de intervención en Rivas se sitúa en torno a los 3 minutos. Y el resultado es muy esperanzador: de los 77 intentos llevados a cabo en 2021, solamente uno llegó a consumarse.
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