Llegados a este punto del verano, donde muchas conciudadanas y conciudadanos han
comenzado sus vacaciones o están en el periodo de planificación de las mismas, son muchas las noticias que han aparecido sobre rebrotes del COVID-19, anticuerpos, mutaciones del SARS-CoV-2, etc.
Una de las características de esta pandemia ha sido el exceso de información y la
intensificación de las mentiras, las mal llamadas Fake News (la extraordinaria periodista, y mejor amiga, Alicia Gómez Montano siempre me decía que no se debe llamar noticia a una mentira, y que debíamos cuidar el lenguaje que empleábamos porque les atribuíamos una categoría que no tienen). Es por ello que el objetivo principal de estas líneas es el de actualizar el conocimiento que tenemos, a día de hoy, de un virus relativamente desconocido, tratando de aportar los datos verificados por la comunidad científica para que, con independencia de las decisiones que adoptemos, lo hagamos con criterios racionales.
1. El virus mutará y volverá con más fuerza en los próximos meses
Lo cierto es que predecir una mutación del SARS-CoV-2 es una tarea bastante arriesgada. Para empezar, tratemos de definir, de forma sencilla, qué es una mutación. Todas las células de nuestro cuerpo contienen en su interior ADN, que es la molécula que contiene toda nuestra información genética, en otras palabras, la información que se pasa de una generación a otra. Este ADN incluye toda la información necesaria para crear un nuevo organismo, que sería una copia de nosotros mismos. El SARS-CoV-2 no tiene en su interior ADN; contiene ARN, una molécula más sencilla pero con la misma finalidad: hacer infinitas copias del virus. Para ello necesita entrar en nuestras células porque aunque tiene el libro de instrucciones para copiarse a si mismo (el ARN), necesita la maquinaria de la célula para poder formar las piezas que lo componen. Con independencia de si hablamos de ADN o ARN, una mutación hace referencia a un cambio físico en ese ADN o ARN que modifica el manual de instrucciones, de manera que pueden salir piezas defectuosas, teniendo por tanto un virus más debilitado e incluso poco funcional o pueden salir unas piezas que, al
unirlas, configuran un virus más destructivo. La pregunta que seguramente te estés haciendo, querida lectora, sea cómo de fácil es que el SARS-CoV-2 mute. Lo cierto es que es probable que aparezcan distintos mutantes (distintas versiones del SARS-CoV-2) y que, finalmente, por selección natural, se mantenga el mutante que mejor se adapte (podría ser el que mejor se replique en nuestras células, con independencia de su agresividad). Los estudios realizados hasta la fecha indican que este virus tiene una tasa de mutación menor que virus similares (es decir, que cambia menos que otros virus), y que las mutaciones halladas en la India tienen una afinidad menor por el receptor ACE2 (el receptor por donde entra a nuestra células) que la versión anterior.
2. Las mascarillas no sirven para nada
Es cierto que ha habido una cierta controversia sobre si el uso de las mascarillas prevenía de un posible contagio del COVID-19. Tenemos que tener presente que este tipo de medidas no son una novedad de esta pandemia: con la gripe española se estableció su uso obligatorio en algunos estados de los Estados Unidos de Norteamérica. Los datos con los que contamos en la actualidad señalan que la cantidad de virus que transmitimos es un factor fundamental para que una tercera persona se contagie, lo que nos lleva a pensar que el uso de las mascarillas, junto con la distancia de seguridad, es una medida efectiva para el control de la transmisión del SARS-CoV-2. Como consejo te recomiendo que escuches atentamente al Dr. Simón y no tanto a Pablo Motos (aunque tengo que reconocer que éste último parece más divertido).
3. Si he pasado la enfermedad, tendré anticuerpos para unos pocos meses
Esta es, sin duda, una de las cuestiones que más controversia está generando. Es importante señalar que los protagonistas principales en esta cuestión son los denominados linfocitos T. Son ellos los encargados de reconocer a un antígeno (sustancia extraña para el organismo), en este caso al SARS-CoV-2. Lo interesante de estos linfocitos es que, una vez que se han enfrentado con éxito a la enfermedad, generan lo que se denomina “linfocitos T memoria” frente a ese antígeno específico, en otras palabras, que se generan células capaces de reconocer a los viriones del SARS-CoV-2. De hecho, el éxito de las vacunas se atribuye, en gran parte, a la capacidad de generar linfocitos T memoria tras la exposición inicial al antígeno. Estos linfocitos T memoria tienen la capacidad de vivir en estado quiescente (para entendernos, dormidos), después de haber eliminado al SARS-CoV-2 y, en el caso de que vuelva a aparecer en nuestro cuerpo, montar una respuesta inmune más rápida y potente para eliminarlo de forma más eficaz. Pero olvídate de hacerte pruebas para ver si tienes linfocitos T memoria; podemos decir que si has dado positivo a
anticuerpos IgG, es porque se han activado previamente tus linfocitos T. Por tanto, estate más tranquilo.
4. El SARS-CoV-2 se transmite por el aire
Lo cierto es que los datos que tenemos en la actualidad no permiten asegurar que el SARS-CoV-2 se transmita por el aire. Es cierto que hay investigaciones al respecto, e incluso algún grupo de presión (lobby) que tratan de convencernos, a base de interpretar los datos de los estudios, que el SARS-CoV-2 se transmite por via aérea y que, por tanto, tendríamos millones de viriones circulando por nuestros aires acondicionados. Lo cierto es que los datos todavía no reflejan esa realidad aunque, en el caso de que así fuese, hay numerosas variables que influirían en cómo de eficaz es esa transmisión. La lógica de los datos de prevalencia del COVID-19 en nuestro país (número de casos en un momento determinado) nos dice que esa transmisión, en el caso de que existiese, tiene una importancia menor, ya que de lo contrario el número de personas infectadas sería mucho mayor.
5. El virus ha perdido intensidad y desaparecerá sin necesidad de una vacuna
Otra predicción difícil de realizar; podría darse que el mutante que pareciese provocase síntomas menores, pasando a convertirse en una enfermedad estacional (similar a la gripe). Pero también podría pasar que el virus se quedase tal y como lo conocemos o con una capacidad de infección mayor o más letal; en ese caso el control de los casos y el desarrollo de tratamientos son las dos armas principales en la lucha contra el COVID-19.
En definitiva, es importante disfrutar de las vacaciones, del periodo de descanso después del estricto confinamiento que hemos experimentado. Pero la responsabilidad individual de cada uno de nosotras y nosotros determinará cómo de eficaces vamos a ser a la hora de controlar el virus. Decía Descartes que es en el término medio donde radica la verdadera inteligencia; vivir como si el SARS-CoV-2 fuese a acabar con nuestra especie es, sin duda, algo sin sentido. Y del mismo modo, vivir como si ya no existiese el virus es igual de irresponsable e irracional que lo anterior. Quizá en ese término medio, en el respeto a las medidas de seguridad, de control y en la responsabilidad individual, encontremos la forma de vencer al virus.
Y apostar por la Ciencia bien hecha. Eso, siempre.