El mes de la mujer también presente en La Casa de Andalucía con María Vargas

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Se ha celebrado en la casa de Andalucía en Rivas un recital flamenco cuya artista fundamental ha sido María Vargas acompañada a la guitarra por Jose M. Chamero. Estaba programado dentro de los actos que con motivo del 8 de marzo, día de la mujer trabajadora, esta casa ha tenido a bien llevar a cabo. 

Texto y fotos de Vicente Pachón.

Mi escrito, que es feliz porque nace de la contemplación y convivencia con el arte y el duende, refleja lo que en la tarde noche de un 10 de marzo sucedió en la Casa de Andalucía en Rivas. Actuaba María Vargas, una mujer cantaora que trajo toda la frescura y profundidad artística del sur. De ese sur Sanluqueño de donde ella dió sus primeros pasos. Toda la frescura y también jondura de la tradición artística de su familia: Manuel Vargas ( su padre, de quien captó la esencia del cante que hoy brinda), Juan Vargas ( su abuelo)  o el mismo Tomás «El Nitri» (su bisabuelo). Con lo cual ya estamos ubicados en lo que esta mujer es capaz de transmitir en cada una de sus actuaciones que por desgracia no son todas las que debieran ser, respetando sus momentos, porque es enseñanza viva para no sólo disfrute del personal, sino de aprendizaje de lo que es el vientre del flamenco y de las fuentes donde hay que ir para refrescarse y seguir caminando.

 Esta cantaora trae con ella la magia del cante que empezó a ofrecer con tan solo 9 años hasta hoy. Por medio ha trabajado los escenarios de Jerez en su época más excelsa hasta Madrid en Los Canasteros con Manolo Caracol y grabado con las guitarras de Paco de Lucía, Paco Cepero, Sanlúcar, etc.

 Siendo un pedazo de artista, no se queda atrás su saber estar, o su elegancia, o su trato. Todo configura la personalidad de esta mujer luchadora. El recital comenzó por Alegrías poniendo en primer plano los cantes de su tierra, Tientos y, para acabar la primera parte, Fandangos. Hay que destacar también que algunas letras de las escuchadas ayer son de su autoría.

 La segunda parte empezó con enjundia y puesta en pie, agrandando la figura de su arte, puso en firme un Martinete y una Siguiriya al estilo de su padre, quien fuera su maestro: Siguiriya corta y arrancá. Se emocionó y ahí no había más que una flamenca encerrada con su arte y golpeando en los sentimientos de los aficionados. Se notó que es un cante que lleva en su piel.  Y como ella dijo, vamos a cambiar de emoción y «acabamos por fiesta». Y así fue.

 Y justo es destacar ese complemento que brinda la guitarra de José M. Chamero.  Un guitarrista «que se va haciendo mayor» en lo flamenco y en lo que transmite. Ayer particularmente se le vió con dominio no solo de la guitarra sino de los detalles, con pellizquito.  Todo lo que está aportando en diferentes escenarios y con diferentes artistas echa raíces y con poquito que se riegue, el árbol va a ser frondoso.