Es habitual, en informaciones de redes sociales o de la sección de actividades de ayuntamientos y asociaciones culturales y artísticas, registros similares a este (los nombres son ficticios):

  • Asociación de Cuerda Mayores de 75 y sus conciertos de Navidad.
  • Inés Pérez. Exposición de acuarela. 72 años.
  • Machús Hidalgo. 1º Premio de Poesía. 77 años.
  • Luis Iturriaga de 68 años, actor revelación del grupo teatral Chiribeque (integrado por 12 personas jubiladas).
  • Marisa López, a sus 86 años sorprende con su primera novel.
  • Nicolás Allende del Taller del Escultor Jubilado impacta con su escultura onírica.
  • Rafael Arango (69 años) con su Antología Narrativa.

La observación es: ¡qué mayores estos artistas!

La reflexión es: ¿por qué prolifera la actividad creativa en personas de edad avanzada?
¿Hay que llegar a viejo para ser artista? ¿Lo habían sido siempre y no habían podido
desarrollarla? De ser así, ¿qué se lo ha impedido?

El Arte, en cualquiera de sus manifestaciones, es un bien para el individuo: coadyuva al
desarrollo y autoafirmación personales, plasma inquietudes, incide en la salud mental,
provoca emoción estética y nos sumerge en belleza, que eclosiona en satisfacción y
felicidad.

Una sociedad integrada por individuos creativos, sensibles, reflexivos –cualidades
supuestas del creador– debe ser una sociedad mejor donde la consideración del «otro»
construya una Humanidad solidaria.

La antesala de toda obra artística es el ocio. Pero no el ocio, concebido como «dejar de
hacer», como «inactividad improductiva» –ocio denigrado por la imperante ideología
neoliberal, e identificado como fracaso personal y descalabro para los intereses
«globalizadores»–, sino ese ocio que hace del ser humano un fin en sí mismo, que
integra y comunica con la naturaleza, con el entorno social, con la entidad humana, y
del que se derivan sensaciones, sentimiento, pensamiento, imaginación, germen de la
actividad artística. A este respecto, recomiendo leer a Byung Chul Han y Nunccio
Ordine.

Si el Arte necesita el ocio, ¿por qué no construir una sociedad en la que haya más
tiempo libre? ¿No es posible otra sociedad en la que sus individuos no estén sometidos a
los horarios de la extenuación, a los calendarios laborales de la esclavitud y a la salud
personal del infarto y el estrés?

Mientras la tendencia dominante en la sociedad globalizada sea considerar al ser
humano un ser «para», es decir, un instrumento de producción, acumulación y consumo
–homo oeconomicus–, cuya sinergia es aprovechada por la «mano invisible» del
mercado para enriquecer a la élite del sistema neoliberal, va a ser complicado que esta
tendencia, que extiende sus tentáculos por el espacio y el tiempo, retroceda para impedir
la deshumanización de la persona, la esquilmación del planeta y el preocupante cambio
climático.

Consigamos que el individuo desarrolle el Arte desde edades más tempranas. No es
necesario producir tanto, no es necesario acumular tanto, no es necesario consumir
tanto.

El planeta, los seres humanos, la Vida, lo agradeceremos, alumbrando una Humanidad
en armonía.

¡De lo contrario, difícil legado dejamos a las generaciones futuras!

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José Pons Carlos-Roca es dramaturgo, narrador, poeta y actor. Licenciado en Filología Hispanoamericana por la UCM, ha sido profesor y director en varios institutos de Enseñanza Secundaria de Madrid. Ha fundado y dirigido varios grupos de teatro y son numerosas sus publicaciones, que abarcan todos los géneros.

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