¿Hablamos bien? ¿Cómo escribimos?

¿Puedo decir a un amigo: «Me se ha estropeao el reló»? ¿Puedo escribir en una nota
informal que he dejado en la cocina: «Mama, e roto el baso que avia en la enzimera»? O,
simplemente, ¿estoy autorizado a escribir: «Se me ha caido el vaso al suelo»?, sin esa tilde
sobre la «i» que elimina el diptongo. ¿Qué derecho tengo yo sobre el idioma?

Recuerdo una anécdota que cuenta don Juan Manuel en el siglo XIV en el prólogo general de sus obras, en la que un caballero de Perpignan que pasaba por una calle escuchó a un zapatero que cantaba una canción que él había compuesto. Como aquél, al parecer, le
estropeaba la letra, entró de inmediato en la zapatería y le comenzó a tajar todos los
zapatos. Cuando el zapatero se quejó ante el rey, el caballero le respondió que había hecho
con los zapatos exactamente lo mismo que el zapatero había hecho con su canción.

¿Debería hacer el idioma lo mismo con nosotros cuando le destrozamos su ortografía, su morfología, su sintaxis y su semántica? ¿Debería, pues, con todo su derecho, tajarnos a su vez a nosotros la lengua? En cierto modo, muy astutamente, ya lo hace, cuando, al hablar mal y escribir peor, retrata ipso facto nuestra cultura y personalidad. Es como el chiste que me contó un amigo mío sobre una mujer hermosísima que no hablaba nunca. Recriminada por ello, alguien intentó sacarle alguna palabra: «Pero, chica, di algo». A lo que ella respondió: «¿Pa qué, pa cagala?». Sin duda, la hermosura quedó inmediatamente retratada.

Siguiendo con este discurso, ¿qué pensaríais de mí si de pronto enhebro el hilo y
continúo cosiendo sobre el tapiz de las palabras de modo parecido a éste que se sigue?
Aora estais abisaos porque si nada ubiera dicho sobre esta forma de escrivir alguien al
leer esto se ubiera llevao las manos a la cabesa y se abria sacao sus concluciones sobre mi
persona y cultura.

¿Da lo mismo cómo hablemos o escribamos si la función esencial de la Lengua es permitir la comunicación? ¿No importa entonces el uso que demos al código si esta función está garantizada?

Tengo una amiga que me manda mensajes como éste al teléfono móvil: «mañn quedms en circl bell arts a las 7», que descifrado, como todo el mundo deduce, quiere decir lo siguiente: «Mañana quedamos en el Círculo de Bellas Artes a las siete». Confieso que recibir estas abreviaturas particulares que atentan contra el uso correcto del idioma me
produce un cierto desasosiego. Esta reducción léxica y gramatical practicada en los chats,
en Facebook o Instagram, se convierte en una carnicería contra el idioma, fomentando a
diario un uso lingüístico que lo reduce a despojos. No se trata ya del despiece de la Lengua
por parte de aquellos que lo desgarran a tiras con cuchillos carniceros, sino de la reiterada
mala utilización que, por ignorancia o desidia, se hace también en ellos de la propia
ortografía.

Pero no sigo más por esta ruta, porque hay todavía muchas autopistas, carreteras, caminos, senderos, trochas y veredas por las que podría transitar para seguir encontrándome en sus márgenes con innúmeros ejemplos, como hace años hizo –a veces,
con excesivo purismo- el profesor Lázaro Carreter en El dardo en la palabra, en el que
denunciaba y corregía estas perversiones del idioma practicadas con harta frecuencia en los
medios de comunicación de masas.

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José Guadalajara es profesor, investigador y novelista. Doctor por la UAM, ha escrito artículos para diversas revistas, y ha publicado ensayos. También es el autor de once novelas, entre las que destacan 'La luz que oculta la niebla', 'El alquimista del tiempo', 'Fado por un rey' y el libro 'Cien microhistorias de la historia'. También es coautor de 'Una voz interior desafinada', y ha colaborado como editor en el libro colectivo de la Asociación de Escritores en Rivas de la que es presidente, 'Rivas, esas historias desconocidas'. www.joseguadalajara.com