No tenía muy claro si a este artículo lo debía titular «Blade runner» o «Inteligencia artificial». Con el primero podría atraer a los muchos seguidores de la película de Ridley Scott estrenada en 1982 y que en su momento pasó por los cines sin pena ni gloria, aunque con el tiempo se ha convertido en una obra de culto; con el segundo, apelaría a un tema de actualidad, pero es posible que muchos, ya cansados de las mismas monsergas, pasasen por alto esta sección, así que he preferido el que figura arriba, aunque realmente voy a escribir sobre ambos.
Basada en una novela de Philip K. Dick de 1962 y que tiene el título de «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?», su tema es tan antiguo como la producción literaria de la humanidad: la rebelión contra el creador y las consecuencias, nefastas casi siempre, que esa libertad trae consigo. Que Adán y Eva se alcen contra su autor al comer del árbol del bien y del mal conlleva que sean expulsados del paraíso y sentenciados al sufrimiento de
por vida; que Prometeo recibe un castigo de los dioses del Olimpo por robar el fuego del conocimiento y entregárselo a la humanidad es evidente porque su condena consiste en que un águila devore perpetuamente su hígado; que la criatura de Frankenstein cobre vida de manera tan antinatural sólo puede traer la desgracia a numerosas víctimas, entre las que se encuentran, por supuesto, creador y creado. Quien se atreve a ocupar el lugar que
corresponde a los dioses, parecen decirnos los mitos y las novelas, por fuerza atraerá a su existencia el sufrimiento y la penitencia.
Muchas son las voces que en la actualidad advierten de los riesgos que implica la inteligencia artificial y se ha generado un temor amplio a sus posibles efectos futuros sobre nuestra sociedad humana. Que, con el tiempo, las máquinas sean capaces de pensar y sustituir al homo sapiens sapiens parecería y no parecería al mismo tiempo un asunto de ciencia-ficción si no fuera porque herramientas como el ChatGPT ya están entre nosotros. A un nivel simbólico, o metafórico si se prefiere, esa situación está presente en la película de Ridley Scott: los replicantes Nexus-6 han desarrollado contra todo pronóstico sentimientos y necesitan a toda costa las mismas respuestas que los humanos que los crearon. Con ese fin, Roy Batti, el último de ellos, fuerza un encuentro con el dueño de la Tyrell Corporation para que, del mismo modo que le dio la vida, se la alargue, pero Tyrell le responde que le demanda algo imposible, que lo creó con la debida obsolescencia programada. El replicante, frustrado, lo asesina. Irónicamente, un tablero de ajedrez es testigo del enfrentamiento entre intereses y de la decantación de la derrota: quien creía manejar las piezas con mano firme no es sino una víctima del peón que ha llegado a octava y se ha coronado en reina.
La moraleja es obvia: quien se atreva a jugar partidas tan ambiciosas debe estar más que preparado para la derrota, la desgracia y la expiación.